ISSN 1851-0027

A�o 2008. N�mero 1: 43-72

comechingonia.com

Estrategias tecnol�gicas y variabilidad de los conjuntos l�ticos de las sociedades de los Per�odos Tard�o y Tard�o-Inka en Antofagasta de la Sierra (Prov. de Catamarca, Puna Meridional argentina) y Doncellas (Prov. de Jujuy, Puna Septentrional argentina)[1]

Recibido el 22 de noviembre de 2007. Aceptado el 3 de diciembre de 2007

Tesista: Alejandra Mercedes El�as

Becaria CONICET. I. N. A. P. L., 3 de febrero 1378, C1426BJN, Ciudad Aut�noma de Buenos Aires, Argentina. E-mail:

Director/a: Dra. Patricia S. Escola

CONICET. Universidad Nacional de Catamarca

Co-Director: Dr. Daniel E. Olivera

CONICET. Universidad de Buenos Aires.

Resumen

La tecnolog�a l�tica es un componente de un sistema mayor, relacionado con otros aspectos de las sociedades (econ�mico, ideol�gico, social, ambiental). Desde este supuesto, en el presente proyecto planteamos una serie de problemas e hip�tesis respecto a las estrategias tecnol�gicas l�ticas de las sociedades agr�colas y/o pastoriles que habitaron dos cuencas de la Puna de Atacama durante los momentos Tard�o y Tard�o-Inka: Antofagasta de la Sierra (Puna meridional argentina, Prov. de Catamarca) y R�o Doncellas (Puna septentrional argentina, Prov. de Jujuy).

Buscamos principalmente, aportar a la comprensi�n de la importancia de integrar el an�lisis de toda la evidencia l�tica dentro del estudio de las sociedades del Per�odo de Desarrollos Regionales e inmediatamente posteriores, como una l�nea m�s de evidencia que nos puede brindar informaci�n sobre distintos aspectos de los grupos que la generaron.���

Abstract

The lithic technology is a component of a greater system, related to other society�s aspects (economic, ideological, social, environmental). From this assumption, in the present project we formulate some problems and hypothesis

about lithic technology strategies of agricultural and/or pastoral societes that lived in two places of Atacama Puna along Later and Later-Inka moments: Antofagasta de la Sierra (Southern Argentina Puna, Catamarca Province) and Doncellas River (Northern Argentina Puna, Jujuy Province).

Fundamentally, we wish to contribute to the understanding of the importance to integrate the analysis of the lithic evidence within the study of the societies of the Regional Developments Period and the immediately later, as one more line of evidence that can offer information about different aspects of the groups that generated it.

Introducci�n

Esta investigaci�n se enmarca en los siguientes proyectos: �Ambiente y Recursos en Sociedades Arqueol�gicas de la Puna Argentina� (Director: Dr. Daniel E. Olivera, Programa UBACYT 2004/2007, Subsidio F182), �Cultura, Paleoambiente y Disponibilidad de Recursos en Sociedades Arqueol�gicas de la Puna Argentina� (Director/a: Dr. Daniel E. Olivera, PIP CONICET 6333, 2005/2006) y �Uso del espacio y ocupaci�n diferencial en la Puna meridional: el caso Quebrada R�o Miriguaca (Depto. Antofagasta de la Sierra, Catamarca)� (Director: Dra. Patricia S. Escola � Secretar�a de Ciencia y Tecnolog�a � UNCA).

Buscamos profundizar en la comprensi�n de las decisiones tecnol�gicas l�ticas tomadas por las sociedades de momentos tard�os y tard�os-inkas (ca. 1100-450 a�os AP) en dos regiones que se encuentran en la Puna de Atacama, Antofagasta de la Sierra (Prov. de Catamarca, Puna Meridional Argentina) y la cuenca del R�o Doncellas (Prov. de Jujuy, Puna Norte Argentina).

En la microregi�n de Antofagasta de la Sierra, se ha planteado que desde ca. 2000 a�os AP la agricultura habr�a adquirido mayor importancia en la subsistencia (Olivera y Podest� 1993), profundiz�ndose esta tendencia hacia ca. 1000 a�os AP y luego con la llegada del Imperio Inkaico a la microregi�n (Olivera y Vigliani 2000/02). Este proceso fue acompa�ado por un aumento del sedentarismo en relaci�n al incremento gradual de la presi�n poblacional y de la agricultura (Olivera y Vigliani 2000/02).

Planteamos que la intensificaci�n y extensificaci�n de la agricultura hacia ca. 1000 a�os AP, habr�a implicado un acrecentamiento de la importancia de los riesgos de producci�n y mano de obra, de mediano y largo plazo (El�as 2005 a), ya postulados por Escola (1996) para el Formativo, asociados a las actividades productivas agr�colas pastoriles en un ambiente pune�o altamente inestable y variable. Al mismo tiempo, se habr�a acrecentado la importancia de los mecanismos buffer orientados a resolverlos: mejoramiento de la capacidad de carga del terreno, diversificaci�n de las actividades productivas, intercambio, movilidad, almacenamiento y mecanismos sociales de cooperaci�n (Browman 1987 a y b, 1994, Fern�ndez 1992, McCorkle 1992, Escola 1996).

Paralelamente, la caza y el pastoralismo no habr�an dejado de jugar un rol en la subsistencia de los grupos (Olivera 1998, Olivera et al. 2003/05).

Sugerimos que todo esto habr�a llevado a una importante diversificaci�n de actividades, lo que requiri� de una organizaci�n y ponderaci�n del tiempo invertido en cada una de ellas por parte de las sociedades (El�as 2005 a).�

Considerando la tecnolog�a, en un sentido amplio, como un componente din�mico de un sistema mayor, interrelacionado con otros dominios (econ�mico, ideol�gico, pol�tico, social) (Nelson 1995), los cambios en las actividades de subsistencia habr�an implicado otros en las estrategias tecnol�gicas de las sociedades de nuestro inter�s, entre los que podemos contar la reorganizaci�n del tiempo destinado a distintas tecnolog�as (cer�mica, l�tica, de irrigaci�n, de almacenaje) en funci�n de su grado de compromiso con la subsistencia de los grupos y los mecanismos de manejo del riesgo (El�as 2006). Siguiendo a Torrence (1983, 1989), concebimos la tecnolog�a desde dos puntos de vista interrelacionados: la organizaci�n, que es la forma en que el comportamiento tecnol�gico es planificado, y la estructura de los conjuntos, que incluye la composici�n funcional, diversidad de tipos artefactuales y complejidad de los artefactos individuales.

Con relaci�n a la tecnolog�a l�tica, planteamos para Antofagasta, que los cambios en la subsistencia habr�an implicado otros a nivel del tiempo invertido en las etapas del proceso de producci�n de distintos implementos l�ticos y en la estructura de los conjuntos artefactuales. El incremento de los riesgos de mediano y largo plazo y la mayor diversificaci�n de actividades relacionadas, llevaron a la acentuaci�n durante los momentos m�s tard�os de la secuencia de la importancia del componente expeditivo, ya se�alado para momentos formativos por Escola (2000).

Esto se evidenciar�a en el aprovisionamiento, manufactura, manipulaci�n (uso, reuso, reformatizaci�n) y abandono (p�rdida, descarte) de los �tems l�ticos (Nelson 1991) y en las caracter�sticas de dise�o de los artefactos, los que presentar�an un predominio de formas que respondan a dise�os �utilitarios� (sensu Escola 2000), orientados a brindar soluciones adecuadas y no efectivas, productos de comportamientos expeditivos.

Sin embargo, consideramos que no todos los artefactos elaborados en materiales l�ticos y minerales fueron resultados de decisiones que priorizaran la expeditividad en su proceso de manufactura y uso. Algunos habr�an sido productos de estrategias conservadas, con mayor inversi�n de tiempo en su elaboraci�n. Tal ser�a el caso de aquellos instrumentos e implementos asociados con las actividades agr�colas (palas y/o azadas, morteros, manos y otros artefactos de molienda), en funci�n de su compromiso con la subsistencia de las sociedades.

Coincidimos con Nelson (1995) en que en la medida que las sociedades se especializan en la producci�n de alimentos, el dise�o de los instrumentos asociados a �sta cambiar�a hacia una mayor eficiencia. Si bien estos instrumentos no est�n conectados con un riesgo de p�rdida de corto plazo en la adquisici�n de los recursos (Torrence 1989), esperar�amos que fueran lo suficientemente eficientes como para minimizar la cantidad de tiempo invertido en las actividades en las cuales fueron utilizados (Nelson 1995: 117) y con ello el manejo del tiempo y los riesgos implicados en las actividades productivas.

Asimismo, tampoco debemos perder de vista aquellos artefactos elaborados en piedra que no sugieren haber tenido una utilidad inmediata y que factiblemente su funci�n estuviera relacionada a un uso ritual o simb�lico, jugando un rol en mecanismos sociales de manejo del riesgo (intercambio con otros grupos, pr�cticas rituales) (Torrence 1989, Johnson 1996).

Por otro lado, planteamos que la mayor sedentarizaci�n y la permanencia m�s prolongada en las bases residenciales, formulada para momentos tard�os de la secuencia cultural de la microregi�n (Olivera y Podest� 1993, Olivera y Vigliani 2000/02), habr�an orientado tambi�n nuevas respuestas tecnol�gicas, por ejemplo, en lo que hace a la selecci�n de las materias primas l�ticas en relaci�n a la disminuci�n de la din�mica pastoril y al uso menos frecuente de los distintos sectores de la cuenca.

Ahora bien, aunque la intensificaci�n de los riesgos relacionados a las actividades productivas y los cambios en los patrones de movilidad de los grupos constituyen un aspecto explicativo clave en nuestro argumento, no descartamos que otros factores hubieran influido en las decisiones tecnol�gicas de las sociedades, principalmente, en la �ltima etapa del abarcativo segmento temporal que tomamos. Nos referimos a la presencia del Imperio Inkaico.

Olivera y Vigliani (2000/02) plantean que la importancia de la agricultura se habr�a incrementado con la llegada del Imperio Inkaico a la microregi�n. Como sugieren otros autores (Uribe y Carrasco 1999, Sprovieri 2005) esto habr�a implicado, si bien no un cambio en la composici�n de los conjuntos instrumentales, s� un cambio en la frecuencia de distintos �tems artefactuales asociados a las actividades productivas mencionadas.

Ahora bien, respecto a la cuenca del R�o Doncellas los datos disponibles hasta el momento ubican a la evidencia arqueol�gica relevada en el Per�odo de Desarrollos Regionales del N.O.A. y momentos postreros (Alfaro de Lanzone 1988).

Lo que pretendemos es realizar un acercamiento inicial a la organizaci�n de la tecnolog�a l�tica de las poblaciones que habitaron esta regi�n, a trav�s del an�lisis de la evidencia l�tica disponible en dos colecciones de museo: aquella producto de las investigaciones de Casanova (1943, 1944, 1967), que se halla tanto en el Museo Etnogr�fico (Buenos Aires, Argentina) como en el Museo del Pucar� de Tilcara (Prov. de Jujuy, Argentina), y la conformada por Lidia Alfaro de Lanzone (1988), que se encuentra depositada en el Instituto Nacional de Antropolog�a y Pensamiento Latinoamericano (INAPL).

Existen en Doncellas (en el poblado y en zonas aleda�as) evidencias diversas (arte rupestre, arquitectura, artefactos l�ticos) que las poblaciones que habitaron la regi�n practicaban una subsistencia productiva agr�cola-pastoril (Alfaro de Lanzone 1988). Por su parte, Albeck (2001) se�ala que el componente agr�cola en la subsistencia de estos grupos habr�a sustentado gran importancia.

Al igual que Antofagasta, la cuenca del R�o Doncellas, como ya mencionamos, se encuentra en la Puna, un ambiente altamente impredecible y con gran variabilidad en el corto plazo (Escola 1996).

Por lo tanto, sugerimos que las poblaciones productoras tard�as que habitaron esta �rea, se vieron enfrentadas a riesgos de producci�n y mano de obra similares a aquellos que enfrentaron sus coet�neos de la Puna Meridional y habr�an puesto en pr�ctica mecanismos buffer similares para enfrentarlos. Esto habr�a implicado una importante diversificaci�n de actividades y en consecuencia, la necesidad de organizar el tiempo destinado a distintas tecnolog�as en funci�n de su rol en la subsistencia de los grupos.

Nos preguntamos, entonces, �cu�les ser�an las estrategias tecnol�gicas l�ticas puestas en pr�ctica por estos grupos y su grado de variabilidad respecto de aquellas desarrolladas por sus contempor�neos de Antofagasta de la Sierra?

Estado de la cuesti�n (antecedentes)

Antofagasta de la Sierra

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A partir de los estudios llevados a cabo en diversos sitios asignables a momentos tard�os y tard�os-inkas y otros correspondientes a ocupaciones formativas, se ha planteado un modelo de cambio cultural para la microregi�n de Antofagasta de la Sierra (Olivera y Podest� 1993, Olivera y Vigliani 2000/02).

Entre ca. 3000 y 2000/1800 a�os AP se tratar�a de una econom�a que podr�a definirse de pastores con agricultura, al tiempo que se manten�a una fuerte presencia de la caza de cam�lidos silvestres (Olivera 1998).

Luego de ca. 2000 a�os AP se habr�a dado una mayor incidencia de las pr�cticas agr�colas en correspondencia con los procesos que estaban ocurriendo en los valles mesotermales del Este (Olivera y Podest� 1993). Esta tendencia se habr�a incrementado hacia ca. 1000 a�os AP (Olivera y Vigliani 2000/02).

Este proceso fue acompa�ado de un incremento demogr�fico creciente que habr�a llevado a optimizar el uso de los espacios productivos en la cuenca relacionados a las pr�cticas agr�colas-pastoriles, especialmente a la agricultura, y habr�a provocado ocupaciones m�s permanentes en los sectores intermedios (Olivera 1992). Se han registrado, por ejemplo, puestos agro-pastoriles con alta estabilidad en las quebradas del R�o Las Pitas, correspondientes a las ocupaciones formativas del sitio Punta de la Pe�a 9 (Estructuras 2, 3 y 4) (L�pez Campeny 2001, Cohen 2005). Incluso, el sitio formativo de Casa Ch�vez Mont�culos habr�a incrementado su tama�o (Olivera et al. 2004).

A partir de ca. 1100-1000 a�os AP la agudizaci�n de la importancia de la producci�n agr�cola, habr�a llevado a un cambio en la localizaci�n del espacio habitacional en el fondo de cuenca, con el abandono de la aldea de Casa Ch�vez Mont�culos, en el sector aleda�o al r�o, como �rea de habitaci�n, y el desplazamiento de las �reas de residencia hacia las bases de los Cerros del Coypar, desde donde era posible el uso de terrenos m�s provechosos para el cultivo intensivo y extensivo, como es la terraza media aluvial del R�o Punilla, al mismo tiempo que se dejaban las vegas liberadas para los reba�os (Olivera y Vigliani 2000/02). Las extensas �reas de cultivo de Bajo del Coypar I (Sector 1) podr�an ser asignadas a esta etapa del proceso, as� como las ocupaciones dom�sticas iniciales de Bajo del Coypar II (Olivera y Vigliani� 2000/02).

Posteriormente, la progresiva mayor incidencia del cultivo en las econom�as pune�as y el aumento poblacional, acompa�ados por la restricci�n de la movilidad y una mayor cuota de sedentarismo, habr�an iniciado una paulatina modificaci�n en la organizaci�n social y pol�tica de los grupos llevando a una creciente concentraci�n y burocratizaci�n del poder y a un patr�n concentrado de asentamiento como La Alumbrera (Olivera y Vigliani 2000/02).

Para estos momentos de la secuencia tard�a de la microregi�n (ca. 700 a�os AP) se propone el abandono de Bajo del Coypar II como �rea habitacional y su incorporaci�n al sistema de producci�n agr�cola como asentamiento especializado en actividades productivas, lo que podr�a ser relacionado a la fundaci�n y desarrollo de La Alumbrera (Olivera y Vigliani 2000/02).

En referencia al por qu� de este proceso, investigaciones recientes sobre el paleoambiente microregional han llevado a relacionarlo con una aridizaci�n que empieza a manifestarse ca. 1650-1700 a�os AP (Olivera et al. 2004). Incluso hacia ca. 1000 a�os AP se est� evaluando la posibilidad de que haya ocurrido un m�ximo de sequedad, en coincidencia con el evento global conocido como Anomal�a Clim�tica Medieval (Olivera et al. 2006).�

Con la llegada del Imperio Inkaico ocurrieron nuevas modificaciones en la infraestructura agr�cola, caracterizadas por la ampliaci�n y complejizaci�n de todo el sistema de producci�n, que habr�a incluido la construcci�n del canal de riego y los aterrazados en Bajo del Coypar (Sector 2), suponiendo que �stos hayan requerido de una compleja administraci�n por parte de una organizaci�n estatal (Olivera y Vigliani 2000/02).

Ahora bien, en lo referente espec�ficamente a la tecnolog�a l�tica adoptada por las poblaciones que habitaron la microregi�n de Antofagasta, en lo que hace a aquella correspondiente a momentos formativos, Escola (2000) ha planteado, a partir de sus estudios en los sitios de Casa Ch�vez Mont�culos 1 y aquellos correspondientes a la Quebrada de Real Grande, una tendencia hacia un importante componente expeditivo, orientado a minimizar el esfuerzo en la producci�n de instrumentos.

Siguiendo a Torrence (1989), Escola considera que las diferencias en la forma y severidad del riesgo asociado a cada tipo de subsistencia son determinantes claves en la variaci�n de las estrategias tecnol�gicas l�ticas y en la estructura y variabilidad de sus productos materiales (Escola 1996, 2000).

Plantea que las nuevas situaciones organizativas postuladas para momentos formativos en Antofagasta, caracterizadas por el desarrollo de un alto control efectivo de los recursos de subsistencia a trav�s de pr�cticas agro-pastoriles (Olivera 1992), habr�an provocado un cambio en el riesgo de corto plazo asociado a la subsistencia, con la disminuci�n del stress temporal y de la impredictibilidad en la obtenci�n de los recursos, propios de las actividades de caza y recolecci�n. Frente a este nuevo escenario los grupos habr�an optado por nuevas estrategias tecnol�gicas.

Por otro lado, estas sociedades estar�an enfrentando nuevos riesgos (pe. malas cosechas) los cuales ser�an amortiguados a trav�s de otros mecanismos: mejoramiento de la capacidad de carga del terreno, diversificaci�n de las actividades productivas, intercambio, movilidad, almacenamiento y mecanismos sociales de cooperaci�n (Escola 1996). Esta diversificaci�n de actividades debi� haber requerido una programaci�n efectiva del tiempo invertido en cada una de ellas.

En este contexto caracterizado por el cambio en el riesgo asociado a la subsistencia, con la disminuci�n del stress temporal y de la impredictibilidad en la obtenci�n de los recursos, y la necesidad de minimizar el tiempo invertido en la tecnolog�a frente a la diversificaci�n de actividades, la expeditividad, con su baja inversi�n de esfuerzo tecnol�gico, habr�a sido una soluci�n m�nimamente eficiente en la producci�n de instrumentos l�ticos (Escola 2000).

Asimismo, Pintar (1995 a, 1995 b, 1996) se�ala para los niveles del Holoceno Tard�o de Quebrada Seca 3 (sitio ubicado en las denominadas quebradas de altura de la zona de Antofagasta de la Sierra), una menor dependencia por parte de los grupos de artefactos de dise�os confiables, en comparaci�n a los niveles del Holoceno Medio del mismo sitio, la cual explica a partir de la creciente importancia de los reba�os de cam�lidos domesticados en la subsistencia, los que proveer�an mayor certidumbre.

Sin embargo, es de destacar que no toda la evidencia l�tica de las sociedades formativas de la microregi�n es susceptible de ser enmarcada como producto de estrategias expeditivas. Algunos componentes de estos conjuntos l�ticos, podr�an caracterizarse como resultados de estrategias conservadas. Es el caso de las palas y/o azadas (Escola 2000, P�rez 2003), las puntas de proyectil (Escola 2000, 2002), los artefactos asociados a la molienda (Babot 2004) y las grandes lascas con retoque (Escola 2000).�

Finalmente, junto a los riesgos otro factor que habr�a influido en las elecciones tecnol�gicas de las sociedades formativas en Antofagasta y que estar�a relacionado con el manejo del riesgo en un ambiente pune�o, es la movilidad de los grupos. Se ha caracterizado, como ya mencionamos, a las sociedades formativas tempranas (hasta ca. 2000 a�os AP) como pastores con agricultura, con �nfasis en la caza y la recolecci�n (Olivera 1998), y se ha formulado un modelo sincr�nico funcional denominado de Sedentarismo Din�mico, seg�n el cual los grupos poseen asentamientos bases en los fondos de valle, en los que parte de sus integrantes permanecen a�o corrido y, asimismo, asentamientos temporarios en otros sectores de la cuenca relacionados con el pastoreo y/o la caza (Olivera 1988, 1992). Siguiendo este esquema, Escola (2000) sugiere que las sociedades formativas accedieron a una amplia variedad de recursos l�ticos procedentes de los diversos microambientes integrados en su alta movilidad pastoril.

Ahora bien, �qu� ocurre con los estudios de la evidencia l�tica correspondiente al Tard�o y Tard�o-Inka microregional?. En primer lugar, nos interesa se�alar que los resultados alcanzados hasta la actualidad son preliminares. En este sentido, esta investigaci�n busca continuar y profundizar en la comprensi�n de la complejidad y variabilidad de las decisiones tecnol�gicas l�ticas tomadas por los grupos tard�os, as� como en la contrastaci�n de las tendencias se�aladas hasta el momento, a partir de nuevos casos de estudio.

Se ha observado en forma inicial en la mayor�a de los conjuntos analizados una tendencia hacia el incremento de la expeditividad en la producci�n de los instrumentos l�ticos y en relaci�n a esto, un uso mayoritario de materias primas muy pr�ximas a los asentamientos (El�as 2005 b, 2006, Escola et al. 2006, Olivera et al. 2003/05).

Hemos planteado que esta intensificaci�n de la expeditividad estar�a relacionada con el incremento de la importancia de la agricultura en la econom�a de los grupos, lo que habr�a implicado la acentuaci�n de los riesgos de mediano y largo plazo. Estas nuevas condiciones habr�an incrementado la necesidad de reestructurar la organizaci�n del tiempo invertido en funci�n de la mayor diversificaci�n de actividades (El�as 2005 a, Escola et al. 2006).

Asimismo, se�alamos que a diferencia del Formativo, donde los conjuntos l�ticos analizados muestran mayor variabilidad de recursos l�ticos utilizados, en aquellos tard�os no s�lo se advierte una menor variedad de recursos, sino tambi�n, un menor aprovechamiento de las variedades de materias primas con fuentes localizadas en el sector de quebradas altas. Sugerimos que esta tendencia podr�a relacionarse con la disminuci�n de la din�mica pastoril en provecho de la actividad agr�cola y de una mayor fijaci�n a la tierra (Escola et al. 2006)

Cuenca del R�o Doncellas

En lo que respecta a la cuenca del R�o Doncellas, la misma ha sido recorrida y trabajada por diversos investigadores (Alfaro de Lanzone 1988, Alfaro y Gentile 1978, Casanovas 1943, 1944, 1967, Gentile 1990, Ottonello de Garc�a Reynoso 1973, P�rez de Micou 2001, Rolandi de Perrot 1974, 1979, Vignati 1938).

Uno de los investigadores m�s destacados en el �rea fue Eduardo Casanova, quien realiz� excavaciones entre los a�os 1941 y 1943, heredando su inter�s en el �rea a sus disc�pulos Lidia Alfaro de Lanzone y J. M. Suetta.

Hasta la actualidad, han sido escasos los estudios orientados a la comprensi�n de la tecnolog�a l�tica en la cuenca. Gran parte de las investigaciones se han focalizado principalmente en el an�lisis de otras evidencias (metalurgia, textiles, cer�mica). Debemos mencionar, sin embargo, que en su libro de� 1988 Lanzone hace una breve referencia a los recursos l�ticos utilizados en la elaboraci�n de diversos �tems arqueol�gicos (raspadores, hachas, palas y/o azadas, menhires). Asimismo, realiza descripciones sumarias de los �ltimos y de los contextos en los que han sido relevados.

Nos interesa, entonces, iniciar y profundizar en la comprensi�n de las decisiones y estrategias tecnol�gicas l�ticas tomadas por estos grupos y de los distintos factores contextuales que las orientaron (patrones de asentamiento, riesgo, constre�imientos tecnol�gicos y funcionales, etc.).

Problemas, objetivos e hip�tesis

En base a lo desarrollado en los apartados previos planteamos las siguientes preguntas:

1.����� �Cu�les habr�an sido las respuestas y decisiones tecnol�gicas l�ticas de las poblaciones posteriores a ca. 1000 a�os AP de Antofagasta de la Sierra y del R�o Doncellas?

2.����� �La tendencia observada por Escola (2000) en la primera regi�n, hacia un componente expeditivo de la tecnolog�a en los conjuntos l�ticos formativos, se incrementa en aquellos asignables a momentos tard�os, en relaci�n al acrecentamiento de la agricultura y la necesidad de invertir m�s tiempo en las estrategias de manejo del riesgo asociadas?. Nos preguntamos, asimismo, si las poblaciones que habitaron el �rea del R�o Doncellas en el Per�odo de Desarrollos Regionales, habr�an optado por comportamientos expeditivos en la elaboraci�n de su artefactual l�tico.

3.����� Por otro lado, estas decisiones y estrategias expeditivas �habr�an orientado la elaboraci�n de todos los �tems instrumentales?, �qu� ocurre con aquellos instrumentos e implementos directamente comprometidos con las actividades productivas (palas y/o azadas, morteros, manos, etc.)?. En Antofagasta de la Sierra, �se habr�a intensificado la tendencia se�alada por Escola (2000), P�rez (2003) y Babot (2004) para momentos formativos, hacia una mayor inversi�n de tiempo en la obtenci�n de estos �tiles?. En Doncellas, donde la agricultura parece haber jugado un rol muy importante, �los grupos habr�an basado la fabricaci�n de este instrumental� en decisiones� conservadas con el fin de lograr palas y/o azadas, morteros, manos m�s eficientes?

4.����� Finalmente, deseamos indagar si la creciente sedentarizaci�n y la permanencia m�s prolongada en un �rea, asociadas a las actividades agr�colas, habr�a llevado a nuevas respuestas tecnol�gicas por parte de las sociedades.

Objetivos

Objetivos generales:

1.����� Aportar al conocimiento del proceso de cambio cultural de las sociedades en la cuenca de Antofagasta de la Sierra y en el �rea del R�o Doncellas.

2.����� Contribuir a la comprensi�n de las sociedades del Tard�o y Tard�o-Inka (ca. 1000�450 a�os AP) a partir del an�lisis de la evidencia l�tica. Son escasos los trabajos orientados al an�lisis de este tipo de evidencia para el per�odo mencionado en las dos �reas de inter�s y en la m�s amplia del Noroeste Argentino.

3.����� Contribuir, desde una perspectiva diacr�nica, a la comprensi�n de las variaciones en la implementaci�n de las estrategias tecnol�gicas l�ticas de las sociedades de ca. 1000-450 a�os AP en Antofagasta de la Sierra, con un fuerte componente agr�cola en su subsistencia, respecto de las sociedades del Formativo, predominantemente pastoriles, que las precedieron (Escola 1996, 2000).

4.����� Acercarnos a la comprensi�n de las condiciones ambientales y sociales que sirvieron de marco al desarrollo de la tecnolog�a l�tica de las poblaciones del per�odo mencionado en ambas regiones pune�as.

5.����� Evaluar los potenciales y limitaciones de trabajar con materiales que forman parte de colecciones de museo relevadas en distintas �pocas y con criterios dis�miles de recuperaci�n, registro y almacenaje.

Objetivos espec�ficos:

1.����� Aportar con nueva informaci�n al conocimiento de la estructura regional de recursos l�ticos en Antofagasta de la Sierra y en el �rea de Doncellas.

2.����� Comprender las decisiones y estrategias involucradas en el aprovisionamiento, manufactura, uso, mantenimiento y descarte de los diversos instrumentos l�ticos (Nelson� 1991).

3.����� Evaluar la inversi�n de tiempo implicada en cada etapa del proceso de producci�n de distintos instrumentos l�ticos.

4.����� Acercarnos a las decisiones de dise�o que guiaron la manufactura de los diversos artefactos l�ticos.

5.����� Aproximarnos a la composici�n funcional de los conjuntos.

6.����� Acercarnos a la comprensi�n del uso y aprovechamiento que las poblaciones tard�as y tard�as-inkas hicieron de distintos recursos l�ticos.

7.����� Comparar los resultados obtenidos con aquellos alcanzados por Escola (2000) sobre la evidencia l�tica de sitios formativos en Antofagasta de la Sierra.

8.����� Comparar, aunque en forma preliminar, las tendencias observadas entre los conjuntos l�ticos tard�os y tard�os-inkas en las dos regiones de inter�s.

9.����� Complementar la informaci�n producida sobre los conjuntos l�ticos con otras l�neas de evidencia en estudio por el equipo de investigaci�n (paleoambiente, recursos faun�sticos, tecnolog�a cer�mica, etc.) para inferir los distintos factores (paleoambientales, econ�micos, sociales) que habr�an orientado las estrategias tecnol�gicas.

Hip�tesis

El incremento de las pr�cticas productivas, postulado en Antofagasta de la Sierra (Olivera y Vigliani 2000/02),� hacia momentos posteriores a ca. 1000 a�os AP, habr�a influenciado en las decisiones y estrategias tecnol�gicas de las sociedades y en el rol que distintas tecnolog�as habr�an jugado en el manejo de los riesgos de mediano y largo plazo asociados.

En lo referente a la tecnolog�a l�tica planteamos las siguientes hip�tesis:

H 1: En momentos tard�os y tard�os-inkas en Antofagasta de la Sierra se profundiz� la tendencia hacia la minimizaci�n del tiempo invertido en las distintas etapas implicadas en la producci�n de determinados instrumentos l�ticos, en funci�n de la mayor importancia de las pr�cticas productivas en la subsistencia y de la necesidad� de invertir m�s tiempo en otros mecanismo (sociales, tecnol�gico, econ�micos) para dar respuesta a los riesgos.

La ausencia de stress temporal y el bajo costo de fracaso en la obtenci�n de los recursos, que caracterizan a las sociedades que mantienen un estricto control sobre la ocurrencia de los mismos a trav�s del manejo de su reproducci�n, influir�a en las decisiones de dise�o de los instrumentos. En el contexto de las sociedades agr�colas-pastoriles antofagaste�as de nuestro inter�s, la tecnolog�a l�tica estar�a a�n menos orientada a reducir el riesgo de p�rdida de corto plazo en la obtenci�n de los recursos, por lo que planteamos la siguiente hip�tesis:

H 1a: La tecnolog�a l�tica no estuvo principalmente orientada a obtener dise�os �confiables� ni �multifuncionales� propicios, respectivamente, en situaciones de stress temporal o de impredectibilidad en la obtenci�n de los recursos, sino dise�os �utilitarios� destinados a brindar soluciones adecuadas e� inmediatas (Escola 2000).

Los mismos evidenciar�an muy baja inversi�n de tiempo de trabajo a lo largo de su producci�n y uso y se caracterizar�an por presentar: soportes diversos, utilizaci�n poco selectiva de las materias primas, baja o nula formatizaci�n de sus filos, baja multifuncionalidad, escasas tareas de mantenimiento y reparaci�n y corta vida �til.

En relaci�n a la necesidad de invertir menos tiempo en la tecnolog�a l�tica y teniendo en cuenta la alta disponibilidad de materias primas en la regi�n de Antofagasta de la Sierra (Aschero et al. 2002), consideramos que los grupos habr�an priorizado las materias primas �muy inmediatas� que involucrar�an bajos costos de obtenci�n (El�as 2006):

H 1b: En funci�n de la menor inversi�n de energ�a en el proceso de producci�n l�tica, los grupos priorizaron la �inmediatez� de las materias primas sobre la calidad y adecuaci�n de las mismas para la confecci�n de sus artefactos.

Por otro lado, la agricultura m�s acentuada de los momentos tard�os y tard�os-inkas habr�a implicado mayor permanencia en un �rea en comparaci�n con la mayor movilidad a trav�s de distintos microambientes vinculada a la din�mica pastoril de los grupos formativos precedentes. Formulamos por lo tanto, la siguiente hip�tesis:

H 2: En funci�n de la menor movilidad a trav�s de distintos microambientes y la mayor permanencia en un �rea, asociadas a la agricultura, disminuye el inter�s de acceso a la diversidad y abundancia de recursos explotados en los mismos, incluidos los recursos l�ticos.

En este sentido, esperamos que la variedad y abundancia de materias primas procedentes de distintas zonas de la cuenca sean menores que en momentos formativos, y que aquellas provenientes de las quebradas de altura, donde se desarrollan las pr�cticas pastoriles, est�n representadas, asimismo, en menor proporci�n. Por otro lado, esperamos que se incremente la representaci�n de recursos l�ticos �muy inmediatos� a los asentamientos.

Asimismo, las materias primas no ser�an objeto de amplio transporte a lo largo del espacio, por lo tanto, planteamos que:

H 2a: Los sistemas de producci�n l�tica ser�an secuenciales (sensu Ericson 1984) e involucrar�an dos locus en el espacio: la cantera y el sitio m�s cercano, con escaso desplazamiento de n�cleos, lascas e instrumentos a otros locus m�s distantes de la primera.

Ahora bien, consideramos que aquellos instrumentos potencialmente relacionados con las actividades agr�colas habr�an sido objeto de mayor inversi�n de tiempo en su producci�n, lo que se reflejar�a en la complejidad (sensu Torrence 1983, 1989) y/o mayor �formalidad� de los mismos. Tal ser�a el caso de palas y/o azadas, morteros y manos.

Postulamos que para momentos posteriores a ca. 1000 a�os AP, estos instrumentos podr�an mostrar diferencias respecto de aquellos en contextos formativos, a nivel de sus caracter�sticas tecnol�gicas y/o de representaci�n en los conjuntos, en respuesta a la mayor importancia de las pr�cticas agr�colas en la subsistencia y la derivada necesidad de invertir m�s tiempo en otros mecanismo (sociales, tecnol�gico, econ�micos) para dar respuesta a los riesgos asociados a ellas, as� como, al crecimiento poblacional.

Planteamos, entonces, la siguiente hip�tesis:

H 3: En funci�n de la mayor importancia de agricultura en la subsistencia, de la necesidad de invertir m�s tiempo en otros mecanismo (sociales, tecnol�gico, econ�micos) para dar respuesta a los riesgos de mediano y largo plazo y del crecimiento poblacional en Antofagasta de la Sierra, se habr�a incrementado la efectividad de los implementos asociados a las actividades agr�colas, as� como su importancia en los conjuntos l�ticos.

Esto podr�a evidenciarse en la presencia de palas y/o azadas con espesores m�s gruesos para acrecentar la resistencia a los golpes durante el uso y con ped�nculos m�s gruesos y fuertes (Nelson 1995). Tambi�n, en la aplicaci�n de distintas t�cnicas de manufactura en la obtenci�n de los filos, como por ejemplo,� alisado y pulido (Boydston 1989).

Los implementos de molienda podr�an reflejar un incremento del largo de las manos, presencia de arreglos para facilitar su manejo y acrecentar la eficiencia en la molienda, as� como una mayor diversidad de �tems (pe. manos realizadas con materias primas de distintos granos) (Nelson 1995, Babot 2004).

Ahora bien, en lo que hace a Doncellas planteamos la siguiente hip�tesis:

H 4: Las poblaciones agr�colas-pastoriles que habitaron la cuenca del R�o Doncellas durante el Per�odo de Desarrollos Regionales invirtieron escaso tiempo en las distintas etapas implicadas en la producci�n de determinados instrumentos l�ticos, en funci�n de la necesidad de destinarlo a otros mecanismo (sociales, tecnol�gico, econ�micos) m�s comprometidos en el manejo de los riesgos de mediano y largo plazo implicados en� su subsistencia productora pune�a.

H 5: Los implementos asociados a las actividades agr�colas (manos, morteros, palas y/o azadas) fueron manufacturados buscando incrementar su efectividad durante el uso, en funci�n de la importancia de la agricultura en la subsistencia de estos grupos y del manejo de los riesgos ambientales asociados y de la necesidad de invertir m�s tiempo en otros mecanismo buffer (sociales, tecnol�gicos, econ�micos).

Metodolog�a

En primer lugar, consideramos necesario aproximarnos al bagaje de conocimientos disponibles sobre la base de recursos l�ticos, as� como tambi�n aportar al mismo a trav�s de la identificaci�n y caracterizaci�n de nuevos afloramientos y rocas en ambas regiones.

Buscamos con esto acercarnos a la variabilidad de recursos rocosos disponibles, potencialmente �tiles para las poblaciones humanas, lo que nos permitir� comprender en forma contextualizada las decisiones tomadas por las mismas respecto a la obtenci�n y selecci�n de materias primas.

Llevaremos a cabo tareas de caracterizaci�n y relevamiento arqueol�gico y geol�gico de los afloramientos en el campo, recolecci�n de muestras de vestigios arqueol�gicos y materias primas identificadas en los mismos y caracterizaci�n macro y microsc�pica (por medio de la realizaci�n de cortes delgados) de las �ltimas. Contamos para ello con la colaboraci�n del Ge�logo Pablo Tchilinguirian.

En �ltima instancia, pretendemos contar con una muestra representativa de la base de recursos l�ticos de la microregi�n, con el fin de realizar afirmaciones sobre la procedencia de los distintos recursos l�ticos identificados en los diversos conjuntos arqueol�gicos, en base a la comparaci�n de cortes delgados provenientes de los afloramientos y de los conjuntos artefactuales de las poblaciones pasadas.

Nos interesa destacar que en el caso de Antofagasta de la Sierra han sido diversos los trabajos orientados al conocimiento de la oferta de recursos l�ticos (ver Aschero et al. 2002). Muy por el contrario, en Doncellas es casi nulo el bagaje con el que se cuenta hasta el momento respecto al tema.

En segundo lugar, llevaremos a cabo un an�lisis comparativo de la variabilidad presente en diversos conjuntos artefactuales provenientes de sitios y niveles asignados a momentos tard�os y tard�os-inkas en ambas regiones.

En la cuenca de Antofagasta de la Sierra los sitios a considerar son los siguientes:

a.����� La Alumbrera, Bajo del Coypar II y Campo Cortaderas, correspondientes los dos primeros al Fondo de Cuenca (3400-3550 msnm) y el �ltimo a los Sectores Intermedios (3550-3900 msnm) (Olivera y Podest� 1993). Cabe destacar que se cuenta con material parcial y/o totalmente procesado por otros investigadores y por la autora.

b.����� Sitios Corral Grande 1 y 2, Quebrada del Otro R�o (Localidad de Los Nacimientos). Sectores Intermedios (3550-3900 msnm).

c.������ Sitios a seleccionar en la Quebrada de Miriguaca, correspondientes al Fondo de Cuenca (3400-3550 msnm) y/o Sectores Intermedios (3550-3900 msnm).

d.����� Sitios de la localidad arqueol�gica de Punta de la Pe�a, correspondiente a Sectores Intermedios (3550-3900 msnm). Se cuenta con material procesado por integrantes del equipo del Lic. Carlos Aschero, por lo cual, se emplear� la informaci�n ya disponible.

En el caso de Doncellas, como ya mencionamos, recurriremos al registro de los materiales l�ticos presentes en las colecciones del Museo Etnogr�fico, del Museo del Pucar� y del INAPL, tomando en cuenta por el momento s�lo aquellos que cuenten con datos del contexto en que fueron relevados.

En lo que refiere a los instrumentos l�ticos nos centraremos en las formas de los mismos y en la composici�n funcional de los conjuntos, es decir, las categor�as funcionales de instrumentos presentes.�

Como hemos formulado, en lo que respecta a la primera esperamos una alta representaci�n de instrumentos �informales� resultado de dise�os �utilitarios� (sensu Escola 2000), adecuados en condiciones de ausencia de stress temporal e impredictibilidad en la obtenci�n de los recursos y en un contexto donde otros mecanismos econ�micos, sociales y tecnol�gicos (pe. cer�mica) habr�an requerido del tiempo de los hombres.

En lo que hace a la composici�n funcional, esperamos una alta representaci�n de instrumentos relacionados a� las actividades agr�colas sobre todo en sitios directamente vinculados a la producci�n agr�cola.

Ahora bien, �c�mo evaluamos la �formalidad� e �informalidad� o el car�cter �utilitario� de un instrumento?. Seguimos a Escola (2000) en considerar que ello implica evaluar la inversi�n de tiempo en su manufactura y uso en funci�n de:

a)����� la obtenci�n de las materias primas,

b)���� las t�cnicas de reducci�n involucradas en la obtenci�n de las formas bases,

c)����� la evidencia de cierta estandarizaci�n de los soportes, tipos de hojas o lascas, tama�os o m�dulos,

d)���� las t�cnicas de retoque en la formatizaci�n de los instrumentos,

e)����� la presencia de mantenimiento.�

Agregar�amos la complejidad (sensu Torrence 1983, 1989) que refiere al n�mero de partes presentes en un instrumento.�

El an�lisis se realizar� a escala macrosc�pica, bas�ndonos principalmente en la propuesta t�cnico-morfol�gica y morfol�gica-funcional de Aschero (1975, 1983). Incorporaremos, asimismo, variables propuestas por otros investigadores (Franco 2002, Koldehoff 1987, Parry y Kelly 1987). Las variables a considerar son las mencionadas a continuaci�n: materia prima, estado, medidas absolutas (longitud, ancho, espesor de la pieza), tama�os relativos, m�dulos longitud-anchura, espesores relativos, formas bases[i], estado y tipos de talones en el caso de las formas bases lascas, rastros complementarios en talones de formas bases lascas, regularizaci�n de frentes de lascado en formas bases lascas, espesores relativos y absolutos de los bulbos en las formas bases lascas (Parry y Kelly 1987), ancho de los talones en las formas bases lascas, series t�cnicas (las t�cnicas utilizadas en la obtenci�n de los filos y la extensi�n de los lascados u otras t�cnicas sobre las caras o superficies de las piezas), regularidad del borde y arista activa, presencia de reactivaci�n de los filos, tipo de lascados, rastros complementarios en los filos, filos complementarios y porcentaje de corteza en las caras dorsales de las formas bases lascas (Franco 2002).

El tipo de forma base, los tama�os, los espesores, los tipos de talones y bulbos (Parry y Kelly 1987, Koldehoff 1987) y la regularizaci�n de los frentes de lascados (Escola 2000) en las formas bases lascas, brindar�n informaci�n sobre las t�cnicas de reducci�n involucradas en la obtenci�n de las mismas, las etapas de reducci�n de las que fueron producto y de su grado de estandarizaci�n, como medio de evaluar el esfuerzo invertido en la obtenci�n de los soportes.�

La combinaci�n de las materias primas con el resto de las variables nos permitir� acercarnos a la forma en que las primeras fueron aprovechadas.

Las series t�cnicas y la regularidad de los bordes y aristas activas son consideradas como indicadoras de la inversi�n de trabajo en los filos.

La �ltima variable, filos complementarios, es considerada evidencia material de dise�os �multifuncionales�. Esperamos que est�n representadas en baja proporci�n ya que, generalmente, de acuerdo a la bibliograf�a, son consecuencias materiales de estrategias conservadas (Nelson 1991, Shott 1986).

La reactivaci�n de los filos y los tipos de lascados, nos pueden brindar informaci�n sobre el mantenimiento de los instrumentos.

Para acercarnos a la composici�n funcional de los conjuntos instrumentales recurrimos a las categor�as de grupos y subgrupos tipol�gicos propuestos por Aschero (1975, 1983). Las variables morfol�gicas-funcionales seg�n este autor tomadas en cuenta para categorizar los �tems de acuerdo a estos grupos y subgrupos son: forma primaria del filo en referencia a la forma de los filos, observadas desde las caras de las piezas, forma secundaria del filo (la forma geom�trica que inscribe), extensi�n relativa del filo en los bordes de la pieza, forma primaria del bisel y �ngulo del bisel.

En relaci�n a la categorizaci�n del conjunto en grupos y subgrupos tipol�gicos macrosc�picos funcionales nos interesa aclarar que no buscamos inferir las actividades espec�ficas ni los materiales sobre los que fueron utilizados cada uno de los instrumentos. Sabemos que realizar esto requiere de otros m�todos y t�cnicas, como ser el an�lisis funcional microsc�pico. Recurrimos a la categorizaci�n formulada por Aschero (1975, 1983), ya que en la mayor�a de los casos nos facilitar� la primera instancia de encontrar regularidades morfol�gicas entre los instrumentos y nos permitir� clasificarlos al menos en relaci�n a sus funciones primarias o tipos de acciones. Al mismo tiempo, las tendencias observadas en los conjuntos a partir de esta clasificaci�n macrosc�pica funcional inicial nos permitir� generar hip�tesis sobre las tareas llevadas a cabo por las sociedades para ser contrastadas a futuro con los resultados obtenidos a partir de otros m�todos y t�cnicas (an�lisis microfuncional).

La combinaci�n de los grupos tipol�gicos con las variables t�cnico-morfol�gicas mencionadas arriba (formas bases, tama�os, m�dulos, espesores, materias primas, series t�cnicas, etc.) nos posibilitar� establecer si existe alguna diferencia en el tiempo invertido y en las decisiones tomadas en las distintas etapas de producci�n implicadas� en la manufactura de los diversos tipos de instrumentos.

Con respecto a los desechos seguiremos b�sicamente la propuesta t�cnico-morfol�gica de Belleli et al. (1985/87) con algunas modificaciones, tomando en consideraci�n los siguientes atributos: materia prima, estado, dimensiones absolutas (longitud, ancho, espesor de la pieza), tama�os relativos, m�dulos longitud-anchura, espesores relativos, espesores de los bulbos (Parry y Kelly 1987, Koldehoff 1987), tipo de lasca u hoja, estado y tipos de talones, �ngulo del tal�n, ancho del tal�n, rastros complementarios en talones, regularizaci�n de frentes de lascados y porcentaje de corteza (sensu Franco 2002).

En lo que hace a los n�cleos seguimos a Bay�n y Flegenheimer (2004), quienes a su vez se basan en la propuesta de Aschero (1975). Tomaremos en cuenta las siguientes variables: materias prima, forma del n�cleo, estado, dimensiones absolutas (longitud, ancho y espesor), formas bases, n�mero de planos de percusi�n, peso, cantidad de negativos de lascados en los que se observan las bocas de percusi�n, tama�o (largo y ancho) de estos negativos, presencia de negativos anteriores sin boca de extracci�n visible, porcentaje de corteza (sensu Franco 2002), preparaci�n de plataformas y regularizaci�n de frentes de lascados.

El an�lisis t�cnico-morfol�gico de desechos y n�cleos nos permitir� acercarnos a la comprensi�n de las t�cnicas involucradas en la obtenci�n de las formas bases lascas y del uso y aprovechamiento de los distintos recursos l�ticos, as� como a las actividades l�ticas que se estaban desarrollando en los distintos asentamientos sobre las variadas materias primas (reducci�n primaria, secundaria, reformatizaci�n, reactivaci�n) y a la distribuci�n de las tareas de producci�n l�tica en el espacio.�

Plan de actividades

A continuaci�n pasaremos a formular las tareas a realizar en el plazo del proyecto:

1.����� B�squeda bibliogr�fica:

a)����� De antecedentes de investigaciones realizadas en el �rea del R�o Doncellas y en otras �reas de� la Puna Norte.

b)���� Sobre teor�a del manejo del riesgo e incertidumbre en sociedades productoras de alimentos, principalmente aquellas con subsistencia agr�cola, y de casos de estudio que apliquen esta perspectiva. Incluso resulta interesante considerar la posibilidad de recurrir a fuentes etnohist�ricas las cuales nos permitir�n generar hip�tesis y modelos acerca de los diversos mecanismos de manejo del riesgo entre las sociedades prehisp�nicas productoras de alimentos.

c)����� Bibliograf�a te�rica-metodol�gica que nos permita continuar adentr�ndonos en el conocimiento de los diversos aspectos te�ricos y metodolog�as y t�cnicas aplicados en el estudio de la tecnolog�a l�tica.

2.����� Trabajo con colecciones museogr�ficas:

Registro de la evidencia l�tica presente en las colecciones de museo ya mencionadas y documentaci�n de la informaci�n de contexto relacionada.

3. Tareas de campo:

3.1 Recolecciones superficiales y excavaci�n de sitios asignables a ca. 1000-450 a�os AP que a�n no han sido trabajados o lo han sido en forma parcial en Antofagasta de la Sierra, a saber: sitios de la Quebrada de Miriguaca, sitios Corral Grande 1 y 2, La Alumbrera y Campo Cortaderas.

3.2 Prospecciones y registro sistem�tico (arqueol�gico y geol�gico) de fuentes potenciales de materias primas en Antofagasta de la Sierra.

3.3 Recolecci�n de muestras de rocas de los distintos afloramientos con el fin de caracterizarlas petrogr�ficamente, recurriendo para esto �ltimo al an�lisis microsc�pico de cortes delgados.

En relaci�n a los dos �ltimos puntos y en referencia exclusivamente a la microregi�n de Antofagasta de la Sierra, deseo aclarar que ya se realizaron estudios iniciales sobre un nuevo afloramiento identificado en el �rea arqueol�gica de Campo Cortaderas (El�as 2005 b, 2006, Olivera et al. 2003/05). Asimismo, se ha llevado a cabo la caracterizaci�n macrosc�pica y petrogr�fica (por medio del an�lisis microsc�pico de cortes delgados) de un muy peque�o n�mero de muestras de rocas procedentes del mismo y del conjunto instrumental l�tico del sitio hom�nimo (El�as y Tchilinguirian 2005).

4. Tareas de laboratorio:

a.����� An�lisis petrogr�fico de las materias primas identificadas en las fuentes potenciales y sitios arqueol�gicos, con la colaboraci�n del Lic. en Geolog�a Pablo Tchilinguirian, quien los realizar� en laboratorios del Departamento de Geolog�a (Facultad de Ciencias Exactas y Naturales, UBA).

b.����� Muestreo y an�lisis t�cnico-morfol�gico de los desechos.

c.����� Muestreo y an�lisis t�cnico-morfol�gico de n�cleos.

d.����� Muestreo y an�lisis t�cnico-morfol�gico y morfol�gico-funcional de los conjuntos instrumentales.

Conclusi�n y expectativas

Esperamos que este proyecto contribuya en el marco de las investigaciones llevadas a cabo en la regi�n de Antofagasta de la Sierra, a acrecentar el conocimiento y comprensi�n de la complejidad de las estrategias tecnol�gicas y de los productos materiales de las sociedades correspondientes a los momentos m�s tard�os de la secuencia, as� como del proceso de cambio tecnol�gico y de su relaci�n con las condiciones ambientales y sociales que enfrentaron los grupos que habitaron la cuenca a lo largo del tiempo.�

Con respecto a Doncellas, esperamos contribuir, aunque en forma inicial, a la comprensi�n de las estrategias tecnol�gicas l�ticas puestas en pr�ctica por las sociedades que habitaron este sector de la Puna durante momentos tard�os.

Los resultados obtenidos nos permitir�n contar con un bagaje sobre el cual comparar la evidencia l�tica procedente de distintas regiones de la Puna de Atacama, con el fin de profundizar en la comprensi�n de la variabilidad de la organizaci�n tecnol�gica l�tica y de los procesos de cambio cultural que tuvieron lugar en las mismas.

Finalmente, creemos que el proyecto aportar� a la comprensi�n de la importancia de integrar el an�lisis de toda la evidencia l�tica, la cual ha sido escasas veces considerada, dentro del estudio de las sociedades del Per�odo de Desarrollos Regionales e inmediatamente posteriores, como una l�nea m�s de evidencia que nos puede brindar informaci�n sobre distintos aspectos de los grupos que la generaron.

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[1] Este proyecto fue presentado y aprobado para realizar el Doctorado en la Facultad de Filosof�a y Letras de la Universidad de Buenos Aires (UBA).



[i] En las definiciones de los tipos de lascas seguimos la propuesta formulada en el I Taller �Morfolog�a Macrosc�pica en la Clasificaci�n de Artefactos L�ticos: Innovaciones y Perspectivas� (22 al 25 de junio de 2004, San Miguel de Tucum�n, Argentina).