ISSN 1851-0027

A�o 2007. N�mero 1: 32- 51.

comechingonia.com

Los primeros pobladores de las Sierras Centrales de Argentina. Las evidencias m�s antiguas del sitio �El Alto 3� (Dpto. Punilla, C�rdoba)

Diego Rivero

C�tedra de Prehistoria y Arqueolog�a, U.N.Cba. � CONICET

e-mail:

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Resumen:

El sitio El Alto 3 constituye una de las principales localidades arqueol�gicas de la regi�n. Su importancia radica en que es el �nico sitio, hasta el momento, que contiene evidencias de la ocupaci�n humana del sector serrano central de Argentina desde la transici�n Pleistoceno-Holoceno hasta el Holoceno Tard�o. En este art�culo, se presentan los principales hallazgos realizados en el sitio relacionados con el poblamiento inicial del sector, entre 11.000 y 7.000 a�os AP, y se proponen algunas hip�tesis acerca de los modos de vida en la regi�n durante este lapso.

Abstract:

El Alto 3 site is a foremost archaeological locality in the C�rdoba mountains region (central Argentina). This relevance lies in the fact that it records the earliest stages of the C�rdoba Mountains exploration and colonization , between 11.000 and 7.000 years BP. This report focuses on the findings made at the oldest layers of the site and discusses about the human peopling process in the region.

Los inicios de la investigaci�n arqueol�gica sobre los cazadores-recolectores de las Sierras de C�rdoba pueden establecerse hacia finales del siglo XIX, con las contribuciones pioneras de Florentino Ameghino (1885) en los alrededores de la ciudad de C�rdoba. Durante la primera mitad del siglo XX, el estudio de los primeros pobladores continu� siendo uno de los temas centrales en la atenci�n de los analistas (por ej. Frenguelli 1919; Castellanos 1922; 1943; Montes 1943, 1960), llegando a su m�xima expresi�n con los trabajos de Gonz�lez en las sierras de C�rdoba y San Luis, cuyos resultados permitieron elaborar una secuencia cronol�gico-cultural que sent� las bases para las investigaciones acerca de las sociedades preagr�colas en esta regi�n y en gran parte del NOA (Mengh�n y Gonz�lez 1954; Gonz�lez 1952, 1960).

Con posterioridad a la d�cada del �50, el inter�s en esta problem�tica decay� hasta el punto en que pr�cticamente todos los estudios arqueol�gicos realizados en el sector serrano se centraron en contextos correspondientes a las sociedades productoras de alimentos o agroalfareras (Berberi�n 1995, Berberi�n y Rold�n 2001). Como excepci�n se pueden se�alar algunos an�lisis aislados de sitios que conten�an evidencias de cazadores-recolectores (Zurita et al. 1975) o que fueron descubiertos de manera fortuita mientras se trabajaban yacimientos agroalfareros (Gonz�lez y Crivelli 1978; Laguens 1999). �nicamente en el extremo sur de las sierras se realizaron investigaciones de sociedades depredadoras tard�as, cuya cronolog�a las colocaba en los inicios de la era cristiana (Austral y Rocchietti 1995).

En el a�o 2001, la C�tedra de Prehistoria y Arqueolog�a de la Facultad de Filosof�a y Humanidades (U.N.Cba.) inici� un proyecto de investigaci�n cuyo prop�sito fue retomar el tema de los cazadores-recolectores de las Sierras de C�rdoba e identificar el proceso hist�rico local desde la instalaci�n de los primeros grupos hasta la adopci�n de pr�cticas productoras de alimentos. Los objetivos seguidos consistieron en reconocer las estrategias adaptativas de los cazadores-recolectores serranos, y determinar el modo en que fueron influenciadas por la estructura demogr�fica y de recursos (Rivero 2006).

En este marco se destacan los trabajos llevados a cabo en el sitio El Alto 3, que constituye una de las principales localidades arqueol�gicas de la regi�n. Su importancia radica en que es el �nico sitio, hasta el momento, que contiene evidencias de la ocupaci�n humana del sector serrano desde la transici�n Pleistoceno-Holoceno hasta el Holoceno Tard�o. A partir del estudio de los diferentes componentes arqueol�gicos identificados, hemos podido obtener informaci�n suficiente para generar hip�tesis y discutir ideas acerca de aspectos importantes de la historia aborigen de las Sierras de C�rdoba.

En este art�culo, se presentan los principales hallazgos realizados en el sitio El Alto 3 que se relacionan con el poblamiento inicial del sector serrano, entre 11000 y 7000 a�os AP.

El sitio y su contexto.

El Alto 3 se localiza en el sector nororiental de la Pampa de Achala (Figura 1), en las Sierras Grandes C�rdoba, a 1650 m s.n.m. Consiste en un alero que se abre en un frente gran�tico ubicado en las cotas superiores de la cabecera de una quebrada. Se trata de uno de los aleros de mayores dimensiones en el �rea: su boca tiene un largo de 23 m, su profundidad media es de 5 m y la altura del techo es superior a los 2 m, en tanto que el frente del abrigo est� expuesto hacia el sur (Foto 1, Figura 2).

Excavados en la roca que conforma el piso del interior se localizaron 24 instrumentos de molienda (morteros y molinos planos o conanas), mientras que otros 39 morteros se agrupan en el exterior, sobre una roca plana ubicada a unos 15 m de la abertura.

El sitio se localiza en un ambiente fr�o y agreste, con abundantes afloramientos rocosos y vegetaci�n de pastos y gram�neas, los que constituyeron un excelente forraje natural para la fauna silvestre que ocup� el �rea, como Lama guanicoe (guanaco) y Ozotoceros bezoarticus (venado de las pampas) (Cabido 2003).

Figura 1. Localizaci�n del sitio El Alto 3.

��������������� Foto 1. Vista del sitio El Alto 3 (Pampa de Achala).

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Figura 2. Plano de El Alto 3.

Trabajos de excavaci�n realizados.

Al momento� de su localizaci�n, el piso del alero estaba conformado, en m�s de un 90%, por la roca base, en tanto que los sedimentos existentes ten�an una escasa potencia. Fuera del alero se ubica una explanada que fue erosionada por una c�rcava, dejando al descubierto un perfil en lo que antes debi� ser un espacio ocupacional exterior.

�El examen de este perfil permiti� identificar materiales arqueol�gicos en sucesi�n estratigr�fica hasta alcanzar una profundidad de 140 cm, distingui�ndose cinco unidades sedimentol�gicas.

�A partir de esta evidencia se planificaron y desarrollaron los trabajos de excavaci�n en la explanada exterior y en el sector interior, que implicaron la apertura de cuatro cuadr�culas de 1m por 1 m en el exterior y dos cuadr�culas de 1m por 1 m en el interior (Figura 2).

�Debido a las condiciones de extrema acidez de los sedimentos, no se recuperaron restos �seos en ninguno de los estratos y toda la evidencia material se compone de instrumentos y desechos l�ticos. Las clasificaciones tipol�gicas de artefactos l�ticos se hicieron siguiendo las propuestas de Aschero (1975, 1983), con modificaciones

Componentes arqueol�gicos. Descripci�n de los materiales recuperados.

A partir de los materiales obtenidos y de las unidades sedimentol�gicas identificadas, se definieron cuatro Componentes arqueol�gicos superpuestos estratigr�ficamente, en la explanada exterior del abrigo. Los tres inferiores pose�an evidencias asignables a grupos cazadores-recolectores y el m�s superficial a comunidades agroalfareras (Figura 3).

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Figura 3. Estratigraf�a del sitio El Alto 3.

La informaci�n obtenida en los Componentes m�s antiguos, es la siguiente:

Componente 1A:

Se desarrolla en la Unidad Sedimentaria N�4. Los desechos de talla e instrumentos l�ticos constituyen la totalidad del registro arqueol�gico recuperado. Los primeros son escasos (N=306), correspondiendo en su mayor�a a lascas internas de tama�os peque�os y muy peque�os de cuarzo (una materia prima ampliamente disponible en la regi�n), una lasca de adelgazamiento bifacial de brecha, cuatro n�cleos de cuarzo, y una punta burilante de �palo. En este conjunto no se obtuvieron puntas de proyectil.

La punta burilante (Foto 2) constituye el �nico instrumento obtenido en este Componente. Se encuentra manufacturado en �palo, una roca cuyas fuentes m�s pr�ximas se encuentran a m�s de 100 km hacia el Norte del sitio, aunque por sus caracter�sticas macrosc�picas �diferentes a las conocidas para la regi�n- puede tener un origen extraserrano.

Este Componente se dat� mediante dos fechados radiocarb�nicos realizados sobre muestras de carb�n asociadas al material arqueol�gico. Las fechas obtenidas fueron 9790 � 80 a�os AP (LP-1420) y 11.010 � 80 a�os AP (LP-1506) (Rivero y Rold�n 2005). Estas dataciones constituyen las de mayor antig�edad, hasta el momento, para la regi�n de las sierras de C�rdoba, y permiten comenzar a plantear problem�ticas referidas al proceso de ocupaci�n humana inicial de estos espacios durante la transici�n Pleistoceno-Holoceno.

Foto 2. Punta burilante recuperada en el C1A.

Componente 1B:

Se desarrolla en la Unidad Sedimentaria N�3. Se obtuvieron 3845 desechos de talla, el 99% de los cuales son de cuarzo mientras el 1% restante se reparte entre materias primas locales2 como ortocuarcita y no locales como calcedonia, �palo y brecha. El tama�o dominante entre los desechos es el peque�o y muy peque�o. La mayor parte de las lascas son internas, identific�ndose la presencia de lascas de adelgazamiento bifacial.

Asimismo, se recuperaron 68 artefactos formatizados y 83 n�cleos, en su mayor�a de cuarzo. Una caracter�stica distintiva de este componente es la presencia de puntas de proyectil apedunculadas de limbo lanceolado y con ped�nculo destacado y hombros. Algunas fueron confeccionadas en� materiales no disponibles localmente y constituyen los �nicos artefactos de materias primas no locales.

Se obtuvieron diez puntas de proyectil de morfolog�a lanceolada, tres de ellas con ped�nculo destacado y hombros (Fotos 3 a 9). Todas las puntas han sido obtenidas mediante t�cnicas de adelgazamiento bifacial, con los bordes regularizados por retoques y microrretoques por presi�n. Seis puntas fueron confeccionadas en cuarzo, dos en �palo, una en calcedonia y una en p�rfiro. Finalmente, un �pice confeccionado en cuarzo posee caracter�sticas que permiten considerarlo como perteneciente a una punta de proyectil lanceolada.

Foto 3. Punta de proyectil lanceolada confeccionada en cuarzo.

Foto 4. Punta de proyectil de limbo lanceolado con ped�nculo destacado, confeccionada sobre �palo (presenta evidencias de reactivaci�n en el filo activo).

Foto 5. Punta de proyectil lanceolada confeccionada en cuarzo.

Foto 6. Punta de proyectil lanceolada confeccionada en cuarzo.

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Foto 7. Punta de proyectil de limbo lanceolado con ped�nculo destacado, confeccionada en cuarzo.

Foto 8. Punta de proyectil de limbo lanceolado con ped�nculo destacado, confeccionada sobre calcedonia (presenta evidencias de reactivaci�n en el filo activo).

Foto 9. Base de preforma de punta de proyectil lanceolada confeccionada en cuarzo.

La mayor parte de los restantes instrumentos se formatizaron mediante retoque marginal (raspadores, puntas entre muescas, cuchillos), algunos muy elaborados como las raederas dobles convergentes (Fotos 10 y 11). Asimismo, se encuentran presentes varios artefactos pulidos (manos, placa grabada) (Foto 12).

Foto 10. Raedera doble convergente, confeccionada en cuarzo.

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Foto 11. Cuchillo de filo retocado.

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Foto 12. Placa grabada confeccionada sobre esquisto.

La muestra presenta una alta diversidad de grupos tipol�gicos, donde las puntas de proyectil, preformas y raspadores conforman los grupos dominantes, destac�ndose adem�s la presencia de algunos instrumentos compuestos.

En este componente, debido a que no se recuperaron muestras de carb�n en cantidad suficiente para ser fechadas mediante el m�todo de Carbono 14 convencional, se decidi� datar unas esp�culas de carb�n asociadas a puntas lanceoladas mediante AMS. Esta dataci�n arroj� una fecha de 7108 � 74 a�os AP (AA68145)3, que result� coherente con los fechados realizados en los niveles inferiores de la Gruta de Intihuasi en ca. 8000 a�os AP� (Gonz�lez 1960), en asociaci�n a puntas de proyectil de morfolog�a similar.

Exploraci�n inicial y colonizaci�n del espacio serrano.

Los resultados obtenidos en los trabajos llevados a cabo en� El Alto 3 permiten reabrir la discusi�n acerca de la presencia humana en la regi�n durante el Pleistoceno. Esta posibilidad ya hab�a sido propuesta, en los inicios de la investigaci�n arqueol�gica en las sierras, en base a ciertos hallazgos que suger�an una asociaci�n entre especies de megafauna extinta y artefactos o restos humanos (Ameghino 1885; Castellanos 1922, 1926; Montes 1960). Estas ideas fueron muy discutidas debido a que las evidencias presentadas pose�an debilidades, relacionadas principalmente con la dudosa asignaci�n temporal de los estratos que conten�an los restos y la ambig�edad de los presuntos artefactos asociados con la fauna pleistoc�nica.

Las dataciones obtenidas en el Componente 1A, que ubican este contexto en la transici�n Pleistoceno-Holoceno, confirmar�an la existencia de grupos humanos en el sector serrano desde fines del Pleistoceno. Debido a la baja densidad de los materiales recuperados en este componente, que se corresponder�an con los de una ocupaci�n de corta duraci�n, no es posible por el momento profundizar en cu�les habr�an sido sus modos de vida. Aunque es posible pensar que no habr�an diferido de aquellos que caracterizaron el proceso de poblamiento del extremo sur de Sudam�rica (Borrero 1999), es decir que se tratar�a de poblaciones con baj�simas densidades y amplios rangos de acci�n. En este sentido, la presencia de un instrumento manufacturado en una roca de posible procedencia extraserrana apoya la idea de una gran movilidad.

Aunque las dataciones obtenidas confirmar�an la coexistencia, en el espacio serrano, de grupos humanos y megafauna por dos o tres milenios, no existe hasta el momento ninguna evidencia concreta que confirme el consumo de estas especies. Existe la posibilidad de corroborar en el futuro la caza y/o carro�eo de fauna extinguida aunque, seg�n indican investigaciones desarrolladas en varias regiones de nuestro pa�s, el consumo de megafauna no parece haber sido central en la dieta de los primeros pobladores del territorio (Borrero 1999; Miotti y Salemme 1999).

Con respecto al Componente 1B, que se ubica temporalmente en el Holoceno Temprano, la informaci�n es mayor y permite caracterizar la tecnolog�a temprana. Se destaca la diversidad instrumental y el importante porcentaje de artefactos compuestos, lo que sumado al alto grado de mantenimiento que evidencian varios de ellos y al uso de instrumentos extractivos de alta inversi�n de energ�a en su manufactura -como las puntas de proyectil lanceoladas, las bifaces o las raederas dobles convergentes- estar�an se�alando situaciones de estr�s temporal (sensu Torrence 1983). Las caracter�sticas del conjunto artefactual indican un �nfasis en el dise�o de instrumentos confiables (sensu Bleed 1986), especialmente entre los artefactos extractivos.

Adem�s, el uso de artefactos bifaciales es adecuado para el transporte cuando existen restricciones de alta movilidad (Parry y Kelly 1987). Desde el punto de vista de la tecnolog�a, los resultados apoyar�an la hip�tesis de poblaciones poco densas con una alta movilidad, cuya subsistencia se basa en la explotaci�n de recursos de alto retorno, como los mam�feros de gran tama�o (por ej. Lama guanicoe).

Con respecto a esto �ltimo, aunque en el sitio no se recuperaron restos arqueofaun�sticos, la informaci�n proveniente de las investigaciones realizadas en la regi�n en los niveles inferiores de la Gruta de Intihuasi (Gonz�lez 1960), el Abrigo de Ongamira (Mengh�n y Gonz�lez 1954), y el sitio Arroyo El Gaucho 1 (Rivero 2006), ubicados temporalmente en el Holoceno Temprano, indica la dominancia absoluta de restos de cam�lidos con un menor porcentaje de c�rvidos (Ozotoceros bezoarticus), mientras que los vertebrados peque�os se encuentran poco representados.

En resumen, las investigaciones realizadas en el sitio El Alto 3 posibilitaron obtener evidencias correspondientes a los primeros momentos de una extensa historia de la ocupaci�n humana en las Sierras de C�rdoba. Esto permite exponer algunas ideas acerca de las caracter�sticas del proceso de poblamiento de la regi�n durante la transici�n Pleistoceno-Holoceno y Holoceno Temprano.

Este proceso debe ser enmarcado dentro la exploraci�n y colonizaci�n del sur de Sudam�rica, que se desarroll� durante la transici�n Pleistoceno-Holoceno, entre 13.000 y el 8000 a�os AP. Las condiciones ambientales de este per�odo eran muy inestables y los nuevos escenarios en los que ingresaban los grupos humanos se caracterizaban por un alto grado de variaci�n impredecible, torn�ndolos riesgosos (Borrero 1999, 1996). En general, el registro arqueol�gico m�s temprano de varias regiones indica la generalizaci�n de estrategias adaptativas basadas en una alta movilidad y el uso no especializado de los recursos faun�sticos, que inclu�a la apropiaci�n oportunista de megafauna, mediante la caza y/o el carro�eo (Borrero y Franco 1997).

Las evidencias arqueol�gicas obtenidas en El Alto 3 permiten confirmar la presencia humana en la regi�n a fines del Pleistoceno, a�n cuando los materiales recuperados son reducidos e imposibilitan, por el momento, obtener mayor informaci�n sobre sus modos de vida, si podemos suponer en base a las caracter�sticas de este registro que las poblaciones locales se encontraban en una etapa exploratoria (sensu Borrero 1999) del espacio serrano.

La informaci�n disponible sobre el registro arqueol�gico del Holoceno temprano en las Sierras Centrales de Argentina, es mayor y se caracteriza por una variedad de sitios, entre los que podemos mencionar El Alto 3, Arroyo El Gaucho 1, Matadero 14, El C�ndor 2 y El Alto 5. En estos sitios se observan evidencias de la elaboraci�n de bifaces y puntas lanceoladas, un instrumental diverso y con una alta inversi�n de energ�a en su confecci�n, as� como un uso de materias primas l�ticas no locales para la manufactura de algunos de los artefactos de mayor formatizaci�n (Rivero 2006; Rivero y Berberi�n 2006).

El empleo de estas rocas no locales sugiere, por tanto, gran conocimiento del paisaje y/o la existencia de redes de interacci�n que permiten el acceso indirecto a estos recursos. Adem�s, en este per�odo la subsistencia parece estar basada en la captura de los principales recursos locales, como los guanacos. Por todo ello, ser�a posible considerar que durante el Holoceno Temprano, las poblaciones que ocuparon el sector serrano central de Argentina lograron la colonizaci�n del territorio, en el sentido definido por Borrero (1999).

Agradecimientos.

Deseo agradecer a mi Director, Dr. Eduardo Berberi�n por su apoyo y asistencia en el desarrollo del proyecto. A la Congregaci�n Hermanas de La Paz, por la asistencia prestada. Asimismo, fueron invalorables los intercambios de ideas con Fabiana Rold�n, Eduardo Pautassi, Sebasti�n Pastor, Shilo Hocsman, Patricia Escola, Teresa Civalero y Nora Franco.

Notas.

1-���������������� Por componente hacemos referencia al contenido material de un sitio en una posici�n estratigr�fica dada.

2-���������������� Se considera locales a aquellas materias primas cuyas fuentes m�s pr�ximas al sitio se encuentran dentro de un radio de 10 km.�

3-���������������� La dataci�n fue realizada gracias a la gentileza de Timothy Jull (NSF Arizona AMS Facility) y la Nacional Science Foundation (Grant EAR01-15488).

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