ISSN 1851-0027

A�o 2007. N�mero 1: 12- 31.

comechingonia.com

La Producci�n de Alimentos en las sociedades prehisp�nicas tard�as de C�rdoba

M. Laura L�pez

Laboratorio y C�tedra de �Prehistoria y Arqueolog�a�. FFyH UNC.

Resumen

Las investigaciones arqueol�gicas sobre las sociedades tard�as de las Sierras de C�rdoba (1200-300 AP), han inferido la producci�n de alimentos desde la documentaci�n etnohist�rica de los siglos XVI-XVII y a trav�s del registro arqueol�gico de azuelas l�ticas. En este trabajo se presentan evidencias directas de la actividad agr�cola prehisp�nica, basada en los an�lisis de silico-fitolitos en sedimentos de un sitio residencial, emplazado en el sector serrano cordob�s. El objetivo principal es desentra�ar el sistema productivo serrano, y en base a sus particularidades, las posibles estrategias para enfrentar el riesgo agr�cola.

Abstract

Archaeological researches have inferred Cordoba Hills Late Societies (1200-300 BP) food production� from ethno-historical documentation (16th-17th centuries) and archaeological remains of lithic hoes. This paper presents direct evidence of pre-Hispanic agricultural activities based on silicon-phytoliths analysis from sedimentary materials recovered in an archaeological site of Cordoba Hills area. The goal in this paper is to unravel the mountain productive system and risk-reduction strategies.

Introducci�n

������ La producci�n de alimentos llevada a cabo por las sociedades tard�as de las Sierras de C�rdoba (1200-300 AP) ha sido abordada, por un lado, desde el estudio de la documentaci�n de los siglos XVI-XVII (Bixio y Berberi�n 1984; Piana de Cuesta 1992), la cual permiti� establecer una imagen de la agricultura prehisp�nica. Por otro lado, la presencia de azuelas l�ticas con rastros de desgaste en sitios arqueol�gicos, condujo a inferir la pr�ctica de esta actividad (Berberi�n 1984; Berberi�n y Rold�n 2001).

������ En la caracterizaci�n realizada del sistema productivo, los investigadores� consideraron los diversos riesgos que �ste conlleva a partir del registro etnohist�rico y etnogr�fico (Berberi�n y Rold�n 2003; Medina y Pastor 2006) permitiendo, principalmente, un acercamiento a las estrategias de manejo de los terrenos cultivados.

������ En este trabajo se realiza el an�lisis de micro-restos (silico-fitolitos) a una estructura, de similares caracter�sticas a los surcos de cultivo actual, presente en el sitio Arroyo Tala Ca�ada 1 (ATC1). Se pretende desentra�ar el sistema productivo serrano, y en base a sus particularidades, las posibles estrategias para enfrentar el riesgo agr�cola.

La producci�n agr�cola. Informaci�n etnohist�rica y etnogr�fica.

Los grupos prehisp�nicos tard�os han sido descriptos por los documentos etnohist�ricos donde demostraban que la actividad agr�cola ya estaba establecida antes del contacto con los espa�oles[1] .

La producci�n agr�cola constituy� parte de la econom�a prehisp�nica, y al respecto, Pedro Sotelo de Narv�ez en 1583 realiz� un claro comentario sobre los diversos productos que eran cultivados por los pueblos serranos, nombrando la presencia del ma�z (Zea mays), el zapallo (Cucurbita sp., Lagenaria sp.), el poroto (Phaseolus sp.), el man� (Arachis sp.) y el camote o batata (Hipomoea batata)[2].

Asimismo, otro cult�geno fue especificado en un documento con el aporte de un testigo indio llamado Mart�n Huamiltocto de principios del siglo XVII, natural de Cosqu�n, quien informa la producci�n de la quinoa (Chenopodium sp.)[3].

La unidad de cultivo era la chacra y cabe destacar que la informaci�n etnohist�rica no ha revelado el uso de acequias ni ning�n otro elemento de riego. El �nico registro arqueol�gico al respecto son azuelas de piedra con evidencias de desgaste por uso frecuente (Berberi�n y Roldan 2001).

El aporte de datos sobre la ubicaci�n de las parcelas cultivadas muestra una imagen de utilizaci�n amplia de espacio que pose�a condiciones de ser labrados. En este sentido, observamos el emplazamiento de chacras alrededor de los asentamientos[4] y en �reas m�s alejadas de los pueblos.[5]

Un elemento clave a tener en cuenta en las pr�cticas agr�colas es el riesgo ambiental. El sector serrano de la provincia de C�rdoba presenta factores de riesgo que afectan a los campos cultivados, lo que llevan a incertidumbre sobre el t�rmino de la cosecha. Estos factores, observables a nivel etnohist�rico y etnogr�fico, son la variabilidad e impredecibilidad anual de las precipitaciones,� las tormentas de granizo durante los meses de verano[6], las fuertes heladas tard�as, y la presencia de diversas plagas[7] como langostas, gusanos, etc. (Berberi�n y Rold�n 2003; Medina y Pastor 2006).

Dada la presencia de estos factores, las poblaciones agro-alfareras debieron desarrollar diferentes comportamientos para minimizar dichos riesgos inherentes a las pr�cticas agr�colas. La dispersi�n de parcelas cultivadas[8] est� registrada en las fuentes etnohist�rica, desarroll�ndose estrat�gicamente para asegurar la producci�n.

La informaci�n etnogr�fica acerca de las caracter�sticas de la agricultura de peque�a escala practicada en las Sierras de C�rdoba (Medina y Pastor 2006) nos aproxima a una imagen de producci�n de alimentos basada en m�todos tradicionales. Este sistema de horticultura, cuyo fin es el consumo dom�stico, presenta estrategias destinadas a enfrentar los niveles de riesgo ambientales instalando numerosas chacras no contiguas (dispersi�n) en distintos micro-sectores y el empleo de diversificaci�n de cultivos (policultivos).

Caracter�sticas del sitio

������ El sitio Arroyo Tala Ca�ada 1 (en adelante ATC1), se localiza en el sector oriental del Valle de Salsacate, en un terreno amplio y plano a orillas de un peque�o tributario del arroyo Tala Ca�ada. Su posici�n geogr�fica es 31� 22.074� S y 64� 57.238� W, mientras que la altura sobre el nivel del mar es de 1325 m. (Figura 1).

El clima es benigno, presentando temperaturas media anual de 16�-17�C y precipitaciones entre 500 y 800 mm, con un d�ficit anual elevado (Capitanelli 1979). La comunidad vegetal actual corresponde al piso denominado �Bosque Serrano�, donde el �rbol m�s representativo es el Lithraea molloides (�molle de beber�), junto a Schinopsis hankeana (�orco quebracho�) y Fagara coco (�coco�). Entre los arbustos se presentan ejemplares de Acacia caven (�espinillo�), Colletia spinossissima, Condalia buxifolia (�piquill�n grande�), etc. (Luti et. al. 1979).

Este sitio fue estudiado por S. Pastor desde el a�o 2004. Los trabajos de excavaci�n se efectuaron realizando 20 cuadr�culas de 1m. x 1m., distribuidas en distintos sectores del sitio, en las cuales se alcanzaron profundidades variables entre 0.20 y 0.70 m.

En un �rea excavada de 4m2 se ubic� un piso consolidado a 0.60 m. de profundidad, con dos oquedades de 0.20 m. de di�metro asociados. Fueron recuperados restos de carb�n, especimenes faun�sticos y fragmentos cer�micos en posici�n horizontal, contextualizando un �rea de actividad ubicada dentro o pr�xima a una vivienda. Es probable que esta caracter�stica corresponda a una unidad de vivienda, similares a las identificadas en Potrero de Garay (Berber�an 1984).

A 5m. de distancia del mismo, se excav� otra �rea de 10m2 identific�ndose una estructura similar a la de los campos de cultivo, reconoci�ndose cuatro surcos paralelos que atraviesan los metros excavados. (Figura 2). La profundidad alcanzada var�a entre 0.25 m y 0.60 m. Se encontraron abundantes restos arqueol�gicos sobre y en asociaci�n directa con la estructura, recuper�ndose abundante material cer�mico, faun�stico, instrumentos y desechos l�ticos y macro-restos bot�nicos (Dantas y Figueroa 2004; L�pez 2005; Pastor 2006).

El registro arqueol�gico se�alado (restos cer�micos, l�ticos y arqueofaun�stico) permite inferir que se trata de una base residencial, donde se llev� a cabo una amplia gama de actividades de car�cter dom�stico y extra-dom�stico.

Las dataciones radiocarb�nicas obtenidas en este sitio son de 1028 � 40 AP (cal. 984-1024 d.C) y 900 + 70 AP (cal. 1028-1219 d.C.), indicando su pertenencia al per�odo prehisp�nico tard�o.

Materiales y M�todos

Se obtuvieron muestras sedimentarias siguiendo el procedimiento de Muestreo Horizontal, detallado por Zucol et al. (2005), cuyo dise�o fue aleatorio, donde los puntos de extracci�n se distribuyeron al azar. Se recuperaron peque�as cantidades de sedimento obtenidas de aquellos rasgos que simulan un campo con surcos, con la precauci�n de no incluir porciones meteorizadas o contaminadas. Asimismo, se obtuvo sedimento proveniente de la capa 1 de una de las cuadr�culas de excavaci�n como Muestra Testigo para efectuar la comparaci�n con el sedimento arqueol�gico. De esta manera, la alteraci�n de la vegetaci�n en el pasado pudo ser observada.

En el laboratorio se combin� una serie de protocolos b�sicos de utilizaci�n paleobot�nica para la recuperaci�n de silico-fitolitos. El material resultante fue montado en portaobjetos con b�lsamos de Canad� y aceite de inmersi�n. Los preparados fueron observados bajo microscopio Kyowa Optical Model LSCB-VC-2B-L (LVV) de 100 a 400x.

La clasificaci�n por morfolog�a de los fitolitos ha ayudado al agrupamiento por clases, basados en los atributos que poseen en com�n y/o sus relaciones. Se opt� por la sistem�tica propuesta por Bertoldi de Pomar (1971) Pearsall (1989), Twiss et.al (1969), el C�digo Internacional para la Nomenclatura Fitolitol�gica �ICPN- (Madella et.al 2005) y Piperno (1984).

Para la cuantificaci�n de los morfotipos se emple� el sistema paleoecol�gico, que comienza por establecer la unidad muestral m�nima representativa de un conjunto de muestras de igual origen. Consiste en aplicar una curva de variabilidad, bas�ndose en el principio que establece que, las clases morfol�gicas existentes en las muestras se revelan a medida que se incrementa el n�mero de fitolitos. La curva se tornar�, en un momento, constante o con leves diferencias, determinando la unidad m�nima de recuento (Zucol et. al. 2005).

El recuento fue realizado en Forma Directa, contando el n�mero de fitolitos pertenecientes a cada clase. El n�mero que se estableci� en una muestra, para que la misma sea representativa, es de 500 fitolitos de c�lulas cortas y largas en total, mediante recuento progresivo de a 50 silico-fitolitos.

Para identificar los micro-restos arqueobot�nicos, se procedi� a la confecci�n de las colecciones de muestras de referencia de especies actuales, que permiten una comparaci�n directa con el material arqueol�gico. Esta fue complementada con material fotogr�fico, dibujos y bibliograf�as correspondientes.

Resultados

Primeramente se proces� la Muestra Testigo (MT), cuya informaci�n se detalla en la Tabla 1.

Fitolitos de gram�neas

Preparados�

silvestres

N� 1

N� 2

N� 3

N� 4

Total

%

Festucoidea class

213

42.6%

Rondel

21

45

48

78

geometric 1

0

9

3

1

geometric 2

1

1

1

5

Panicoidea class

56

11.2%

Dumbbell

8

11

12

22

Nodular

0

0

1

2

Cross

0

0

0

0

Chloridoidea class

42

8.4%

Saddle

5

2

18

17

Palmacea class

1

0

0

2

3

0.6%

Formas aguzadas

1

4

3

4

12

2.4%

Formas elongadas

12

25

54

52

143

28.6%

Tejido epid�rmico

2

1

9

11

23

4.6%

Forma de abanico

0

1

0

4

5

1%

Tricomas

0

0

0

1

1

0.2%

No identificados

0

1

1

0

2

0.6%

TABLA 1. Clasificaci�n de morfotipos del sedimento de la Muestra Testigo.

Determinada las caracter�sticas del sedimento actual, se observaron los preparados microsc�picos del sedimento arqueol�gico, estableci�ndose la presencia de diversos microf�siles, los cuales fueron registrados en la Tabla 2, con presencia/ausencia.

Muestra

Procedencia

Microf�siles

N�

estratigr�fica

silico-fitolitos

calci-fitolitos

granos de almid�n

diatomeas

esp�culas

Estomato-

cistes

polen

1

C1 (1)

x

x

x

x

x

2

C1 (2)

x

x

x

x

3

S2 (1)

x

x

x

x

x

x

4

S2 (2)

x

x

x

x

5

C2 (1)

x

x

x

x

x

x

6

C2 (2)

x

x

x

x

7

S3 (1)

x

x

x

8

S3 (2)

x

x

x

9

C3 (1)

x

x

x

x

10

C3 (2)

x

x

x

x

11

S4 (1)

x

x

x

x

TABLA 2. Microf�siles presentes en las muestras sedimentarias arqueol�gicas.

En la clasificaci�n de los morfotipos de silico-fitolitos de estos preparados,� se observan diversas categor�as, exhibidas en la Tabla 3. El total por clase de gram�neas se presenta en porcentajes, y los distintos morfotipos se expresan por presencia/ausencia (P/A).

������������������������������������������������ Muestras Sedimentarias

Silico-fitolitos

N�1

N�2

N�3

N�4

N�5

N�6

N�7

N�8

N�9

N�10

N�11

%

%

%

%

%

%

%

%

%

%

%

Festucoidea class

51.8

53.6

47.4

48.6

47.4

44.2

39.4

39.2

45.6

43.4

44.6

Rondel

P

P

P

P

P

P

P

P

P

P

P

geometric 1

P

P

P

P

P

P

P

P

P

P

P

Panicoidea class

10.6

15.2

16

14.2

13.6

11.4

15.4

12.2

15.2

13.8

15.6

dumbbell

P

P

P

P

P

P

P

P

P

P

P

nodular

A

P

P

P

P

P

P

P

P

P

P

Cross

P

P

P

P

P

P

P

A

P

P

P

TABLA 3. Clasificaci�n morfol�gica de silicofitolitos y su asignaci�n a clases de gram�neas.

Chloridoidea class

4.8

10

8

6.6

7.8

11.2

7.6

8.8

7.6

7.6

8.6

Saddle

P

P

P

P

P

P

P

P

P

P

P

Palmacea class

1

0.6

0.6

0.6

0.8

0.2

0.2

1

0.2

1.4

0.8

globulolita

P

P

P

P

P

P

P

P

P

P

P

Formas aguzadas

1

1.4

1.6

1.2

0.6

1.6

1.2

0.6

1.2

1.2

1

Formas elongadas

24.6

30.2

20.8

21.6

26.6

28

27.8

30.6

27.8

21.2

21

Tejido epidermico

P

P

P

P

P

P

P

P

P

P

P

Forma de abanico

0

0

0

0.2

0

0.2

1

0

0.2

0

0.2

Tricomas

0

0

0

0.6

0.2

0.4

0.4

0.8

0

0

0.2

Otros morfotipos

6.6

8.4

3.8

5.6

3

2.6

8.4

4.8

2.4

7.4

9.2

TABLA 3. (Continuaci�n) Clasificaci�n morfol�gica de silicofitolitos y su asignaci�n a clases de gram�neas.

El gr�fico 1 demuestra claramente que clase de gram�nea domina en el ambiente actual como en el arqueol�gico:

GRAFICO 1. Comparaci�n entre las clases Festucoideas, Panicoideas y Chloridoideas del sedimento actual y del sedimento arqueol�gico.

La morfolog�a de los silico-fitolitos cross-shaped, presentes en las muestras arqueol�gicas, fue observada tri-dimensionalmente, para establecer las variantes seg�n la clasificaci�n de Piperno (1984). Las variantes identificadas son presentadas en la Tabla 4.

Muestras

"Type"

"Non-type"

Var.1

Var. 2

Var. 3

Var. 5

Var. 6

Testigo

0

0

0

0

0

0

N�1

0

2

0

0

0

1

N�2

3

0

0

0

1

1

N�3

1

1

0

0

0

1

N�4

1

1

0

0

0

1

N�5

1

0

0

0

1

1

N�6

0

1

0

0

1

0

N�7

2

0

1

0

1

0

N�8

0

0

0

0

0

0

N�9

0

0

0

0

1

0

N�10

2

2

0

0

0

0

N�11

1

2

0

1

0

0

TOTAL

11

9

1

1

5

5

TABLA 4. Determinaci�n de variantes �croos-shaped� del sedimento arqueol�gico.

En la categor�a �type� de cross-shaped, se consider� a aquellos fitolitos que no han podidos ser observados en ambos planos y, por ende, no se incluyen en ninguna de las variantes. La presencia mayoritaria de variantes N�1 indicar�a la existencia de Zea mays (�ma�z�) en el sedimento arqueol�gico. (Figura 3).

Para una observaci�n m�s clara sobre la presencia de cross-shaped de especies cultivadas en la asociaci�n de las Panicoidea Class, se estableci� en la Tabla 5 la relaci�n por morfotipos de Dumbbell-Cross shaped. Esta relaci�n representa la incorporaci�n de una especie vegetal (cultivo) entre las� gram�neas silvestres en el ambiente arqueol�gico, en un determinado sector (parcela). De esta tabla puede establecerse si el cultivo es �nico o no.

Muestra

Dumbbell-cross

N�

ratio

1

16,7 :1

2

13 :1

3

21 :1

4

21,3 :1

5

19,7 :1

6

24,5 :1

7

16,2 :1

8

0

9

62 :1

10

13,2 :1

11

17,7 :1

TABLA 5. Relaci�n Dumbbell-Cross shaped presente en el sedimento arqueol�gico del sitio ATC1.

Dentro de la categor�a de Tricomas, se registr� un morfotipo, que si bien, corresponde a un fitolito, es de suma importancia. El mismo, es un pelo unicelular, con espacio interior y finalizaci�n en gancho. Su color es pardo oscuro a negro. Siguiendo a Bozarth (1990) y Pearsall (2002) este fitolito es caracter�stico de las hojas de Phaseolus sp. (�poroto�), logr�ndose s�lo la identificaci�n a nivel de g�nero. (Figura 4)

En la categor�a expresada como �Otros morfotipos�, son los silico-fitolitos que no corresponden a partes vegetativas de las plantas, como as� tambi�n, aquellos que no pudieron ser identificados. Las morfolog�as se detallan en la Tabla 6.

Muestra sedimentaria

SILICO-FITOLITOS

N� 1

N� 2

N� 3

N� 4

N� 5

N� 6

N� 7

N� 8

N� 9

N� 10

N� 11

Total

Wavy top rondel

1

12

2

1

2

0

21

2

1

18

22

62

Ruffle-top rondel

3

0

0

9

0

3

5

8

4

2

7

41

Esferas facetadas

18

29

7

11

6

2

13

7

3

7

12

115

No

identifi-cados

11

1

10

7

7

8

3

7

4

10

5

73

TABLA 6. Clasificaci�n morfol�gica de silicofitolitos de la categor�a �otros morfotipos� presentes en el sedimento arqueol�gico del sitio ATC1.

Podemos observar la presencia de morfotipos atribuibles a frutos de Zea mays (Wavy-top rondel y Ruffle-top rondel) y de Cucurbita sp. (Esferas facetadas), seg�n Bozarth (1987, 1993) y Pearsall (2002). (Figuras 5 y 6).

Discusi�n

Actualmente, el emplazamiento de chacras en los alrededores de las bases residenciales en las serran�as cordobesas, es una caracter�stica del sistema agr�cola a peque�a escala (Medina y Pastor 2006).

Esta situaci�n estar�a representada arqueol�gicamente por los rasgos de surcos en el terreno observados en el sitio Arroyo Tala Ca�ada 1 y emplazados a pocos metros de una unidad habitacional, demarcando un �rea de producci�n.

Ante esta situaci�n, el an�lisis de silico-fitolitos del sedimento de estos rasgos, fue la herramienta indispensable para determinar si se trataba, efectivamente, de un campo de cultivo. En este sentido, con la extracci�n de los microf�siles pudieron registrarse aquellos cuerpos silicios correspondientes al ambiente y aquellos cuya presencia son indicios de una posible intervenci�n antr�pica en el terreno.

Los an�lisis de fitolitos dieron por resultado la presencia de Zea mays (�ma�z�) y Phaseolus sp. (�poroto�), cultivados in situ. Si bien, solo se registraron los �rganos vegetativos (principalmente hojas) de dos especies, se reconoci� aquellas partes no �tiles de los frutos de cult�genos, correspondiendo al marlo de ma�z y c�scara de zapallo (Cuc�rbita sp.).

El proceso de desechar basura dom�stica en las parcelas de cultivo es reflejado por los pobladores actuales de las sierras, por lo tanto, estos restos vegetales, registrados junto a restos �seos, de cer�micas y macro-restos de porotos carbonizados (Phaseolus vulgaris y P. lunatus) en esta estructura (Pastor 2006), indicar�an la presencia de una parcela de cultivo prehisp�nica.

En referencia al sistema agr�cola empleado por los grupos prehisp�nicos para la producci�n de alimentos, se caracteriza, hasta el momento, por la ausencia de tecnificaci�n (sin estructuras de regad�o artificial). Los trabajos de campo efectuados en el sitio ATC1 solo revelaron la presencia de surcos de cultivo, posiblemente definiendo una m�nima inversi�n de trabajo en las parcelas cultivadas.

En relaci�n a las disrupciones ambientales requieren de pr�cticas� que lo protejan de la amenaza de escasez de recursos (Goland 1993). A nivel individual, familiar, comunitario, etc., las estrategias de reducir la vulnerabilidad a la escasez de alimentos son incorporados dentro del comportamiento (Halstead y O�Shea 1989).

Entre el amplio repertorio de estrategias de defensa de la subsistencia, la diversificaci�n es la m�s com�n de todas; y en el contexto de producci�n agr�cola, un m�todo es plantar m�s de un cultivo en la misma parcela simult�neamente (el policultivo).

Los an�lisis fitolitol�gicos realizados en Arroyo Tala Ca�ada 1, reflejan que la clase de gram�nea que domina en la vegetaci�n es de las Festucoidea (39,2 � 53,6 %), contribuyendo posiblemente como malas hierbas en el campo, mientras que la clase Panicoidea, de baja frecuencia de aparici�n (10,6 � 16 %) no dominan la situaci�n, dando mayor posibilidades a un campo de cultivo de ma�z in situ, distribuido en toda la estructura de cultivo. Dentro de la relaci�n Dumbbell-Cross-shaped, los niveles de presencia de los silico-fitolitos cross-shaped es baja, indicando que el ma�z no ha sido, posiblemente, la �nica especie cultivada en el lugar. Por el contrario, estar�a reflejando que otros cult�genos pudieron existir, junto a hierbas locales.

Ante esto, el registro de un fitolito de poroto es indicio de un segundo cult�geno en la parcela.

Etnogr�ficamente, est� comprobado el cultivo simult�neo de varias especies y variedades de las mismas. �sta situaci�n permite aprovechar al m�ximo los nutrientes del suelo e incrementar la producci�n, aumentando la estabilidad para la subsistencia frente a factores adversos.

Conclusi�n

Los datos aportados por los an�lisis de micro-restos bot�nicos permitieron inferir una agricultura a peque�a escala en el per�odo prehisp�nico tard�o, que evidencia la articulaci�n entre espacio productivo y espacio residencial, con la ubicaci�n de una chacra con surcos a pocos metros del sector habitacional.

Asimismo, registra la implementaci�n de policultivo en una misma parcela. Si bien las �nicas especies identificadas que se desarrollaron in situ, son el ma�z y el poroto, no se descarta la presencia de m�s vegetales, como el zapallo.

�Se espera que los resultados obtenidos contribuyan a un mejor conocimiento sobre las estrategias de subsistencia (agricultura y recolecci�n) y la utilizaci�n del espacio por parte de de las comunidades formativas que ocuparon el sector serrano de las Sierras de C�rdoba.

Agradecimientos

Al Dr. E. Berberi�n, al Dr. S. Pastor, a la Dra. M.A. Korstanje y a la Dra. N. Dottori, por la constante gu�a y colaboraci�n en la realizaci�n de este trabajo.

Bibliograf�a

Archivo Historico de la Provincia de C�rdoba. Escriban�a 1, Legajo 72, Expediente 2, folio 109r.

Berberi�n, E.

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Ap�ndice

FIGURA 1. Sitio Arroyo Tala Ca�ada 1 (ATC1)

������ FIGURA 2. Surcos de cultivo arqueol�gicos (Pastor 2007)

������������������������ FIGURA 3. Silicofitolitos de Zea mays (Ma�z, hoja).

FIGURA 4. Silicofitolito de Zea mays (Ma�z, marlo).

FIGURA 5. Silicofitolito de Cuc�rbita sp. (Zapallo, fruto).



[1] �...siempre ha pose�do las tierras y las an go�ado sus antepasados y que siempre han sembrado en las dichas tierras...� (Monova 1605, en Bixio y Berberi�n 1984).

�...las tierras que es notorio ser de dichos yndios (...) que lo an sembrado antes que los espa�oles entrasen en esta tierra y despu�s...� (Monova 1605, en Bixio y Berberi�n 1984).

[2] �...es tierra fertil de mucho maiz y frisoles y mani y camote y sapallos...� (Sotelo Narv�ez 1583, en Berberi�n 1987).

[3] �...sembraban quinoa y sapallos y mays y en el dicho sitio estan cantidades de morteros de piedra que los indios llamaban Tacanas en que los asistian alli molian sus comidas...�� (Huamiltocto, en Piana de Cuesta 1992).

[4] �...viven estos yndios en cuevas debajo de la tierra, de suerte que aunque lleguen a los pueblos no se parecen sino por sus maizales� (Fern�ndez, en Berberi�n y Bixio 1988).

[5] �...en un gauyco algo hondo que haze estan las tierras y chacaras de sementeras de maiz y otras comidas...� (A�o 1639. Escriban�a 1, Legajo 72, expediente 2, folio 109r).

[6] �...todos los a�os en muchas partes de los terminos desta ciudad cae piedra granizo y rayos y otras tempestades...� (Acta Capitular de 18/4/1616, en Piana de Cuesta 1992).

[7] �la langosta (�) es muy perjudicial (�) a donde a tiempo se ven en tanta muchedumbre, que parecen nublados y talan los sembrados�� (Bernab� Cobo, en Piana de Cuesta 1992).

[8] �...bio en la dicha ca�ada habr� quatro a�os pocos o menos cinco o seis ch�caras de los dichos yndios...� (Fern�ndez, en Bixio y Berberi�n 1984).

�...que los dichos caciques e indios estan todos en un pueblo y tienen sus chacaras en un valle...� (Nieto 1579, por Mart�n de Zurita 1983).