ISSN 1851-0027
A�o 2007. N�mero 1: 12- 31.
comechingonia.com
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La Producci�n de Alimentos en las sociedades prehisp�nicas tard�as de C�rdoba
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M. Laura L�pez
Laboratorio y C�tedra de �Prehistoria y Arqueolog�a�. FFyH UNC.
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Resumen
Las investigaciones arqueol�gicas sobre las sociedades tard�as de las Sierras de C�rdoba (1200-300 AP), han inferido la producci�n de alimentos desde la documentaci�n etnohist�rica de los siglos XVI-XVII y a trav�s del registro arqueol�gico de azuelas l�ticas. En este trabajo se presentan evidencias directas de la actividad agr�cola prehisp�nica, basada en los an�lisis de silico-fitolitos en sedimentos de un sitio residencial, emplazado en el sector serrano cordob�s. El objetivo principal es desentra�ar el sistema productivo serrano, y en base a sus particularidades, las posibles estrategias para enfrentar el riesgo agr�cola.
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Abstract
Archaeological researches have inferred Cordoba Hills Late Societies (1200-300 BP) food production� from ethno-historical documentation (16th-17th centuries) and archaeological remains of lithic hoes. This paper presents direct evidence of pre-Hispanic agricultural activities based on silicon-phytoliths analysis from sedimentary materials recovered in an archaeological site of Cordoba Hills area. The goal in this paper is to unravel the mountain productive system and risk-reduction strategies.
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Introducci�n
������ La producci�n de alimentos llevada a cabo por las sociedades tard�as de las Sierras de C�rdoba (1200-300 AP) ha sido abordada, por un lado, desde el estudio de la documentaci�n de los siglos XVI-XVII (Bixio y Berberi�n 1984; Piana de Cuesta 1992), la cual permiti� establecer una imagen de la agricultura prehisp�nica. Por otro lado, la presencia de azuelas l�ticas con rastros de desgaste en sitios arqueol�gicos, condujo a inferir la pr�ctica de esta actividad (Berberi�n 1984; Berberi�n y Rold�n 2001).
������ En la caracterizaci�n realizada del sistema productivo, los investigadores� consideraron los diversos riesgos que �ste conlleva a partir del registro etnohist�rico y etnogr�fico (Berberi�n y Rold�n 2003; Medina y Pastor 2006) permitiendo, principalmente, un acercamiento a las estrategias de manejo de los terrenos cultivados.
������ En este trabajo se realiza el an�lisis de micro-restos (silico-fitolitos) a una estructura, de similares caracter�sticas a los surcos de cultivo actual, presente en el sitio Arroyo Tala Ca�ada 1 (ATC1). Se pretende desentra�ar el sistema productivo serrano, y en base a sus particularidades, las posibles estrategias para enfrentar el riesgo agr�cola.
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La producci�n agr�cola. Informaci�n etnohist�rica y etnogr�fica.
Los grupos prehisp�nicos tard�os han sido descriptos por los documentos etnohist�ricos donde demostraban que la actividad agr�cola ya estaba establecida antes del contacto con los espa�oles[1] .
La producci�n agr�cola constituy� parte de la econom�a prehisp�nica, y al respecto, Pedro Sotelo de Narv�ez en 1583 realiz� un claro comentario sobre los diversos productos que eran cultivados por los pueblos serranos, nombrando la presencia del ma�z (Zea mays), el zapallo (Cucurbita sp., Lagenaria sp.), el poroto (Phaseolus sp.), el man� (Arachis sp.) y el camote o batata (Hipomoea batata)[2].
Asimismo, otro cult�geno fue especificado en un documento con el aporte de un testigo indio llamado Mart�n Huamiltocto de principios del siglo XVII, natural de Cosqu�n, quien informa la producci�n de la quinoa (Chenopodium sp.)[3].
La unidad de cultivo era la chacra y cabe destacar que la informaci�n etnohist�rica no ha revelado el uso de acequias ni ning�n otro elemento de riego. El �nico registro arqueol�gico al respecto son azuelas de piedra con evidencias de desgaste por uso frecuente (Berberi�n y Roldan 2001).
El aporte de datos sobre la ubicaci�n de las parcelas cultivadas muestra una imagen de utilizaci�n amplia de espacio que pose�a condiciones de ser labrados. En este sentido, observamos el emplazamiento de chacras alrededor de los asentamientos[4] y en �reas m�s alejadas de los pueblos.[5]
Un elemento clave a tener en cuenta en las pr�cticas agr�colas es el riesgo ambiental. El sector serrano de la provincia de C�rdoba presenta factores de riesgo que afectan a los campos cultivados, lo que llevan a incertidumbre sobre el t�rmino de la cosecha. Estos factores, observables a nivel etnohist�rico y etnogr�fico, son la variabilidad e impredecibilidad anual de las precipitaciones,� las tormentas de granizo durante los meses de verano[6], las fuertes heladas tard�as, y la presencia de diversas plagas[7] como langostas, gusanos, etc. (Berberi�n y Rold�n 2003; Medina y Pastor 2006).
Dada la presencia de estos factores, las poblaciones agro-alfareras debieron desarrollar diferentes comportamientos para minimizar dichos riesgos inherentes a las pr�cticas agr�colas. La dispersi�n de parcelas cultivadas[8] est� registrada en las fuentes etnohist�rica, desarroll�ndose estrat�gicamente para asegurar la producci�n.
La informaci�n etnogr�fica acerca de las caracter�sticas de la agricultura de peque�a escala practicada en las Sierras de C�rdoba (Medina y Pastor 2006) nos aproxima a una imagen de producci�n de alimentos basada en m�todos tradicionales. Este sistema de horticultura, cuyo fin es el consumo dom�stico, presenta estrategias destinadas a enfrentar los niveles de riesgo ambientales instalando numerosas chacras no contiguas (dispersi�n) en distintos micro-sectores y el empleo de diversificaci�n de cultivos (policultivos).
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Caracter�sticas del sitio
������ El sitio Arroyo Tala Ca�ada 1 (en adelante ATC1), se localiza en el sector oriental del Valle de Salsacate, en un terreno amplio y plano a orillas de un peque�o tributario del arroyo Tala Ca�ada. Su posici�n geogr�fica es 31� 22.074� S y 64� 57.238� W, mientras que la altura sobre el nivel del mar es de 1325 m. (Figura 1).
El clima es benigno, presentando temperaturas media anual de 16�-17�C y precipitaciones entre 500 y 800 mm, con un d�ficit anual elevado (Capitanelli 1979). La comunidad vegetal actual corresponde al piso denominado �Bosque Serrano�, donde el �rbol m�s representativo es el Lithraea molloides (�molle de beber�), junto a Schinopsis hankeana (�orco quebracho�) y Fagara coco (�coco�). Entre los arbustos se presentan ejemplares de Acacia caven (�espinillo�), Colletia spinossissima, Condalia buxifolia (�piquill�n grande�), etc. (Luti et. al. 1979).
Este sitio fue estudiado por S. Pastor desde el a�o 2004. Los trabajos de excavaci�n se efectuaron realizando 20 cuadr�culas de 1m. x 1m., distribuidas en distintos sectores del sitio, en las cuales se alcanzaron profundidades variables entre 0.20 y 0.70 m.
En un �rea excavada de 4m2 se ubic� un piso consolidado a 0.60 m. de profundidad, con dos oquedades de 0.20 m. de di�metro asociados. Fueron recuperados restos de carb�n, especimenes faun�sticos y fragmentos cer�micos en posici�n horizontal, contextualizando un �rea de actividad ubicada dentro o pr�xima a una vivienda. Es probable que esta caracter�stica corresponda a una unidad de vivienda, similares a las identificadas en Potrero de Garay (Berber�an 1984).
A 5m. de distancia del mismo, se excav� otra �rea de 10m2 identific�ndose una estructura similar a la de los campos de cultivo, reconoci�ndose cuatro surcos paralelos que atraviesan los metros excavados. (Figura 2). La profundidad alcanzada var�a entre 0.25 m y 0.60 m. Se encontraron abundantes restos arqueol�gicos sobre y en asociaci�n directa con la estructura, recuper�ndose abundante material cer�mico, faun�stico, instrumentos y desechos l�ticos y macro-restos bot�nicos (Dantas y Figueroa 2004; L�pez 2005; Pastor 2006).
El registro arqueol�gico se�alado (restos cer�micos, l�ticos y arqueofaun�stico) permite inferir que se trata de una base residencial, donde se llev� a cabo una amplia gama de actividades de car�cter dom�stico y extra-dom�stico.
Las dataciones radiocarb�nicas obtenidas en este sitio son de 1028 � 40 AP (cal. 984-1024 d.C) y 900 + 70 AP (cal. 1028-1219 d.C.), indicando su pertenencia al per�odo prehisp�nico tard�o.
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Materiales y M�todos
Se obtuvieron muestras sedimentarias siguiendo el procedimiento de Muestreo Horizontal, detallado por Zucol et al. (2005), cuyo dise�o fue aleatorio, donde los puntos de extracci�n se distribuyeron al azar. Se recuperaron peque�as cantidades de sedimento obtenidas de aquellos rasgos que simulan un campo con surcos, con la precauci�n de no incluir porciones meteorizadas o contaminadas. Asimismo, se obtuvo sedimento proveniente de la capa 1 de una de las cuadr�culas de excavaci�n como Muestra Testigo para efectuar la comparaci�n con el sedimento arqueol�gico. De esta manera, la alteraci�n de la vegetaci�n en el pasado pudo ser observada.
En el laboratorio se combin� una serie de protocolos b�sicos de utilizaci�n paleobot�nica para la recuperaci�n de silico-fitolitos. El material resultante fue montado en portaobjetos con b�lsamos de Canad� y aceite de inmersi�n. Los preparados fueron observados bajo microscopio Kyowa Optical Model LSCB-VC-2B-L (LVV) de 100 a 400x.
La clasificaci�n por morfolog�a de los fitolitos ha ayudado al agrupamiento por clases, basados en los atributos que poseen en com�n y/o sus relaciones. Se opt� por la sistem�tica propuesta por Bertoldi de Pomar (1971) Pearsall (1989), Twiss et.al (1969), el C�digo Internacional para la Nomenclatura Fitolitol�gica �ICPN- (Madella et.al 2005) y Piperno (1984).
Para la cuantificaci�n de los morfotipos se emple� el sistema paleoecol�gico, que comienza por establecer la unidad muestral m�nima representativa de un conjunto de muestras de igual origen. Consiste en aplicar una curva de variabilidad, bas�ndose en el principio que establece que, las clases morfol�gicas existentes en las muestras se revelan a medida que se incrementa el n�mero de fitolitos. La curva se tornar�, en un momento, constante o con leves diferencias, determinando la unidad m�nima de recuento (Zucol et. al. 2005).
El recuento fue realizado en Forma Directa, contando el n�mero de fitolitos pertenecientes a cada clase. El n�mero que se estableci� en una muestra, para que la misma sea representativa, es de 500 fitolitos de c�lulas cortas y largas en total, mediante recuento progresivo de a 50 silico-fitolitos.
Para identificar los micro-restos arqueobot�nicos, se procedi� a la confecci�n de las colecciones de muestras de referencia de especies actuales, que permiten una comparaci�n directa con el material arqueol�gico. Esta fue complementada con material fotogr�fico, dibujos y bibliograf�as correspondientes.
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Resultados
Primeramente se proces� la Muestra Testigo (MT), cuya informaci�n se detalla en la Tabla 1.
�
Fitolitos de gram�neas |
� |
� |
Preparados� |
� |
� |
� |
|
silvestres |
N� 1 |
N� 2 |
N� 3 |
N� 4 |
Total |
% |
|
Festucoidea class |
� |
� |
� |
� |
213 |
42.6% |
|
Rondel |
21 |
45 |
48 |
78 |
� |
� |
|
geometric 1 |
0 |
9 |
3 |
1 |
� |
� |
|
geometric 2 |
1 |
1 |
1 |
5 |
� |
� |
|
Panicoidea class |
� |
� |
� |
� |
56 |
11.2% |
|
Dumbbell |
8 |
11 |
12 |
22 |
� |
� |
|
Nodular |
0 |
0 |
1 |
2 |
� |
� |
|
Cross |
0 |
0 |
0 |
0 |
� |
� |
|
Chloridoidea class |
� |
� |
� |
� |
42 |
8.4% |
|
Saddle |
5 |
2 |
18 |
17 |
� |
� |
|
Palmacea class |
1 |
0 |
0 |
2 |
3 |
0.6% |
|
Formas aguzadas |
1 |
4 |
3 |
4 |
12 |
2.4% |
|
Formas elongadas |
12 |
25 |
54 |
52 |
143 |
28.6% |
|
Tejido epid�rmico |
2 |
1 |
9 |
11 |
23 |
4.6% |
|
Forma de abanico |
0 |
1 |
0 |
4 |
5 |
1% |
|
Tricomas |
0 |
0 |
0 |
1 |
1 |
0.2% |
|
No identificados |
0 |
1 |
1 |
0 |
2 |
0.6% |
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TABLA 1. Clasificaci�n de morfotipos del sedimento de la Muestra Testigo.
�
Determinada las caracter�sticas del sedimento actual, se observaron los preparados microsc�picos del sedimento arqueol�gico, estableci�ndose la presencia de diversos microf�siles, los cuales fueron registrados en la Tabla 2, con presencia/ausencia.
�
Muestra |
Procedencia |
� |
� |
� |
Microf�siles |
� |
� |
� |
N� |
estratigr�fica |
silico-fitolitos |
calci-fitolitos |
granos de almid�n |
diatomeas |
esp�culas |
Estomato- cistes |
polen |
1 |
C1 (1) |
x |
x |
x |
x |
x |
� |
� |
2 |
C1 (2) |
x |
x |
x |
� |
� |
x |
� |
3 |
S2 (1) |
x |
x |
x |
x |
� |
x |
x |
4 |
S2 (2) |
x |
x |
x |
x |
� |
� |
� |
5 |
C2 (1) |
x |
x |
x |
x |
� |
x |
x |
6 |
C2 (2) |
x |
x |
x |
� |
� |
x |
� |
7 |
S3 (1) |
x |
x |
x |
� |
� |
� |
� |
8 |
S3 (2) |
x |
x |
x |
� |
� |
� |
� |
9 |
C3 (1) |
x |
x |
x |
� |
� |
x |
� |
10 |
C3 (2) |
x |
� |
� |
x |
x |
� |
x |
11 |
S4 (1) |
x |
� |
x |
x |
x |
� |
� |
TABLA 2. Microf�siles presentes en las muestras sedimentarias arqueol�gicas.
�
En la clasificaci�n de los morfotipos de silico-fitolitos de estos preparados,� se observan diversas categor�as, exhibidas en la Tabla 3. El total por clase de gram�neas se presenta en porcentajes, y los distintos morfotipos se expresan por presencia/ausencia (P/A).
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������������������������������������������������ Muestras Sedimentarias |
|||||||||||
Silico-fitolitos |
N�1 |
N�2 |
N�3 |
N�4 |
N�5 |
N�6 |
N�7 |
N�8 |
N�9 |
N�10 |
N�11 |
% |
% |
% |
% |
% |
% |
% |
% |
% |
% |
% |
|
Festucoidea class |
51.8 |
53.6 |
47.4 |
48.6 |
47.4 |
44.2 |
39.4 |
39.2 |
45.6 |
43.4 |
44.6 |
Rondel |
P |
P |
P |
P |
P |
P |
P |
P |
P |
P |
P |
geometric 1 |
P |
P |
P |
P |
P |
P |
P |
P |
P |
P |
P |
Panicoidea class |
10.6 |
15.2 |
16 |
14.2 |
13.6 |
11.4 |
15.4 |
12.2 |
15.2 |
13.8 |
15.6 |
dumbbell |
P |
P |
P |
P |
P |
P |
P |
P |
P |
P |
P |
nodular |
A |
P |
P |
P |
P |
P |
P |
P |
P |
P |
P |
Cross |
P |
P |
P |
P |
P |
P |
P |
A |
P |
P |
P |
TABLA 3. Clasificaci�n morfol�gica de silicofitolitos y su asignaci�n a clases de gram�neas.
�
�
Chloridoidea class |
4.8 |
10 |
8 |
6.6 |
7.8 |
11.2 |
7.6 |
8.8 |
7.6 |
7.6 |
8.6 |
Saddle |
P |
P |
P |
P |
P |
P |
P |
P |
P |
P |
P |
Palmacea class |
1 |
0.6 |
0.6 |
0.6 |
0.8 |
0.2 |
0.2 |
1 |
0.2 |
1.4 |
0.8 |
globulolita |
P |
P |
P |
P |
P |
P |
P |
P |
P |
P |
P |
Formas aguzadas |
1 |
1.4 |
1.6 |
1.2 |
0.6 |
1.6 |
1.2 |
0.6 |
1.2 |
1.2 |
1 |
Formas elongadas |
24.6 |
30.2 |
20.8 |
21.6 |
26.6 |
28 |
27.8 |
30.6 |
27.8 |
21.2 |
21 |
Tejido epidermico |
P |
P |
P |
P |
P |
P |
P |
P |
P |
P |
P |
Forma de abanico |
0 |
0 |
0 |
0.2 |
0 |
0.2 |
1 |
0 |
0.2 |
0 |
0.2 |
Tricomas |
0 |
0 |
0 |
0.6 |
0.2 |
0.4 |
0.4 |
0.8 |
0 |
0 |
0.2 |
Otros morfotipos |
6.6 |
8.4 |
3.8 |
5.6 |
3 |
2.6 |
8.4 |
4.8 |
2.4 |
7.4 |
9.2 |
�
TABLA 3. (Continuaci�n) Clasificaci�n morfol�gica de silicofitolitos y su asignaci�n a clases de gram�neas.
�
El gr�fico 1 demuestra claramente que clase de gram�nea domina en el ambiente actual como en el arqueol�gico:
GRAFICO 1. Comparaci�n entre las clases Festucoideas, Panicoideas y Chloridoideas del sedimento actual y del sedimento arqueol�gico.
�
La morfolog�a de los silico-fitolitos cross-shaped, presentes en las muestras arqueol�gicas, fue observada tri-dimensionalmente, para establecer las variantes seg�n la clasificaci�n de Piperno (1984). Las variantes identificadas son presentadas en la Tabla 4.
�
Muestras |
"Type" |
� |
� |
"Non-type" |
� |
� |
� |
� |
Var.1 |
Var. 2 |
Var. 3 |
Var. 5 |
Var. 6 |
Testigo |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
N�1 |
0 |
2 |
0 |
0 |
0 |
1 |
N�2 |
3 |
0 |
0 |
0 |
1 |
1 |
N�3 |
1 |
1 |
0 |
0 |
0 |
1 |
N�4 |
1 |
1 |
0 |
0 |
0 |
1 |
N�5 |
1 |
0 |
0 |
0 |
1 |
1 |
N�6 |
0 |
1 |
0 |
0 |
1 |
0 |
N�7 |
2 |
0 |
1 |
0 |
1 |
0 |
N�8 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
N�9 |
0 |
0 |
0 |
0 |
1 |
0 |
N�10 |
2 |
2 |
0 |
0 |
0 |
0 |
N�11 |
1 |
2 |
0 |
1 |
0 |
0 |
TOTAL |
11 |
9 |
1 |
1 |
5 |
5 |
TABLA 4. Determinaci�n de variantes �croos-shaped� del sedimento arqueol�gico.
�
En la categor�a �type� de cross-shaped, se consider� a aquellos fitolitos que no han podidos ser observados en ambos planos y, por ende, no se incluyen en ninguna de las variantes. La presencia mayoritaria de variantes N�1 indicar�a la existencia de Zea mays (�ma�z�) en el sedimento arqueol�gico. (Figura 3).
Para una observaci�n m�s clara sobre la presencia de cross-shaped de especies cultivadas en la asociaci�n de las Panicoidea Class, se estableci� en la Tabla 5 la relaci�n por morfotipos de Dumbbell-Cross shaped. Esta relaci�n representa la incorporaci�n de una especie vegetal (cultivo) entre las� gram�neas silvestres en el ambiente arqueol�gico, en un determinado sector (parcela). De esta tabla puede establecerse si el cultivo es �nico o no.
�
�
Muestra |
Dumbbell-cross |
N� |
ratio |
1 |
16,7 :1 |
2 |
13 :1 |
3 |
21 :1 |
4 |
21,3 :1 |
5 |
19,7 :1 |
6 |
24,5 :1 |
7 |
16,2 :1 |
8 |
0 |
9 |
62 :1 |
10 |
13,2 :1 |
11 |
17,7 :1 |
TABLA 5. Relaci�n Dumbbell-Cross shaped presente en el sedimento arqueol�gico del sitio ATC1.
�
Dentro de la categor�a de Tricomas, se registr� un morfotipo, que si bien, corresponde a un fitolito, es de suma importancia. El mismo, es un pelo unicelular, con espacio interior y finalizaci�n en gancho. Su color es pardo oscuro a negro. Siguiendo a Bozarth (1990) y Pearsall (2002) este fitolito es caracter�stico de las hojas de Phaseolus sp. (�poroto�), logr�ndose s�lo la identificaci�n a nivel de g�nero. (Figura 4)
En la categor�a expresada como �Otros morfotipos�, son los silico-fitolitos que no corresponden a partes vegetativas de las plantas, como as� tambi�n, aquellos que no pudieron ser identificados. Las morfolog�as se detallan en la Tabla 6.
�
�
� |
� |
� |
� |
� |
Muestra sedimentaria |
� |
� |
� |
� |
|||
SILICO-FITOLITOS |
N� 1 |
N� 2 |
N� 3 |
N� 4 |
N� 5 |
N� 6 |
N� 7 |
N� 8 |
N� 9 |
N� 10 |
N� 11 |
Total |
Wavy top rondel |
1 |
12 |
2 |
1 |
2 |
0 |
21 |
2 |
1 |
18 |
22 |
62 |
Ruffle-top rondel |
3 |
0 |
0 |
9 |
0 |
3 |
5 |
8 |
4 |
2 |
7 |
41 |
Esferas facetadas |
18 |
29 |
7 |
11 |
6 |
2 |
13 |
7 |
3 |
7 |
12 |
115 |
No identifi-cados |
11 |
1 |
10 |
7 |
7 |
8 |
3 |
7 |
4 |
10 |
5 |
73 |
TABLA 6. Clasificaci�n morfol�gica de silicofitolitos de la categor�a �otros morfotipos� presentes en el sedimento arqueol�gico del sitio ATC1.
�
Podemos observar la presencia de morfotipos atribuibles a frutos de Zea mays (Wavy-top rondel y Ruffle-top rondel) y de Cucurbita sp. (Esferas facetadas), seg�n Bozarth (1987, 1993) y Pearsall (2002). (Figuras 5 y 6).
�
Discusi�n
Actualmente, el emplazamiento de chacras en los alrededores de las bases residenciales en las serran�as cordobesas, es una caracter�stica del sistema agr�cola a peque�a escala (Medina y Pastor 2006).
Esta situaci�n estar�a representada arqueol�gicamente por los rasgos de surcos en el terreno observados en el sitio Arroyo Tala Ca�ada 1 y emplazados a pocos metros de una unidad habitacional, demarcando un �rea de producci�n.
Ante esta situaci�n, el an�lisis de silico-fitolitos del sedimento de estos rasgos, fue la herramienta indispensable para determinar si se trataba, efectivamente, de un campo de cultivo. En este sentido, con la extracci�n de los microf�siles pudieron registrarse aquellos cuerpos silicios correspondientes al ambiente y aquellos cuya presencia son indicios de una posible intervenci�n antr�pica en el terreno.
Los an�lisis de fitolitos dieron por resultado la presencia de Zea mays (�ma�z�) y Phaseolus sp. (�poroto�), cultivados in situ. Si bien, solo se registraron los �rganos vegetativos (principalmente hojas) de dos especies, se reconoci� aquellas partes no �tiles de los frutos de cult�genos, correspondiendo al marlo de ma�z y c�scara de zapallo (Cuc�rbita sp.).
El proceso de desechar basura dom�stica en las parcelas de cultivo es reflejado por los pobladores actuales de las sierras, por lo tanto, estos restos vegetales, registrados junto a restos �seos, de cer�micas y macro-restos de porotos carbonizados (Phaseolus vulgaris y P. lunatus) en esta estructura (Pastor 2006), indicar�an la presencia de una parcela de cultivo prehisp�nica.
En referencia al sistema agr�cola empleado por los grupos prehisp�nicos para la producci�n de alimentos, se caracteriza, hasta el momento, por la ausencia de tecnificaci�n (sin estructuras de regad�o artificial). Los trabajos de campo efectuados en el sitio ATC1 solo revelaron la presencia de surcos de cultivo, posiblemente definiendo una m�nima inversi�n de trabajo en las parcelas cultivadas.
En relaci�n a las disrupciones ambientales requieren de pr�cticas� que lo protejan de la amenaza de escasez de recursos (Goland 1993). A nivel individual, familiar, comunitario, etc., las estrategias de reducir la vulnerabilidad a la escasez de alimentos son incorporados dentro del comportamiento (Halstead y O�Shea 1989).
Entre el amplio repertorio de estrategias de defensa de la subsistencia, la diversificaci�n es la m�s com�n de todas; y en el contexto de producci�n agr�cola, un m�todo es plantar m�s de un cultivo en la misma parcela simult�neamente (el policultivo).
Los an�lisis fitolitol�gicos realizados en Arroyo Tala Ca�ada 1, reflejan que la clase de gram�nea que domina en la vegetaci�n es de las Festucoidea (39,2 � 53,6 %), contribuyendo posiblemente como malas hierbas en el campo, mientras que la clase Panicoidea, de baja frecuencia de aparici�n (10,6 � 16 %) no dominan la situaci�n, dando mayor posibilidades a un campo de cultivo de ma�z in situ, distribuido en toda la estructura de cultivo. Dentro de la relaci�n Dumbbell-Cross-shaped, los niveles de presencia de los silico-fitolitos cross-shaped es baja, indicando que el ma�z no ha sido, posiblemente, la �nica especie cultivada en el lugar. Por el contrario, estar�a reflejando que otros cult�genos pudieron existir, junto a hierbas locales.
Ante esto, el registro de un fitolito de poroto es indicio de un segundo cult�geno en la parcela.
Etnogr�ficamente, est� comprobado el cultivo simult�neo de varias especies y variedades de las mismas. �sta situaci�n permite aprovechar al m�ximo los nutrientes del suelo e incrementar la producci�n, aumentando la estabilidad para la subsistencia frente a factores adversos.
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Conclusi�n
Los datos aportados por los an�lisis de micro-restos bot�nicos permitieron inferir una agricultura a peque�a escala en el per�odo prehisp�nico tard�o, que evidencia la articulaci�n entre espacio productivo y espacio residencial, con la ubicaci�n de una chacra con surcos a pocos metros del sector habitacional.
Asimismo, registra la implementaci�n de policultivo en una misma parcela. Si bien las �nicas especies identificadas que se desarrollaron in situ, son el ma�z y el poroto, no se descarta la presencia de m�s vegetales, como el zapallo.
�Se espera que los resultados obtenidos contribuyan a un mejor conocimiento sobre las estrategias de subsistencia (agricultura y recolecci�n) y la utilizaci�n del espacio por parte de de las comunidades formativas que ocuparon el sector serrano de las Sierras de C�rdoba.
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Agradecimientos
Al Dr. E. Berberi�n, al Dr. S. Pastor, a la Dra. M.A. Korstanje y a la Dra. N. Dottori, por la constante gu�a y colaboraci�n en la realizaci�n de este trabajo.
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Ap�ndice
FIGURA 1. Sitio Arroyo Tala Ca�ada 1 (ATC1)
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������� FIGURA 2. Surcos de cultivo arqueol�gicos (Pastor 2007)
������������������������� FIGURA 3. Silicofitolitos de Zea mays (Ma�z, hoja).
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�FIGURA 4. Silicofitolito de Zea mays (Ma�z, marlo).
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FIGURA 5. Silicofitolito de Cuc�rbita sp. (Zapallo, fruto).
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[1] �...siempre ha pose�do las tierras y las an go�ado sus antepasados y que siempre han sembrado en las dichas tierras...� (Monova 1605, en Bixio y Berberi�n 1984).
�...las tierras que es notorio ser de dichos yndios (...) que lo an sembrado antes que los espa�oles entrasen en esta tierra y despu�s...� (Monova 1605, en Bixio y Berberi�n 1984).
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[2] �...es tierra fertil de mucho maiz y frisoles y mani y camote y sapallos...� (Sotelo Narv�ez 1583, en Berberi�n 1987).
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[3] �...sembraban quinoa y sapallos y mays y en el dicho sitio estan cantidades de morteros de piedra que los indios llamaban Tacanas en que los asistian alli molian sus comidas...�� (Huamiltocto, en Piana de Cuesta 1992).
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[4] �...viven estos yndios en cuevas debajo de la tierra, de suerte que aunque lleguen a los pueblos no se parecen sino por sus maizales� (Fern�ndez, en Berberi�n y Bixio 1988).
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[5] �...en un gauyco algo hondo que haze estan las tierras y chacaras de sementeras de maiz y otras comidas...� (A�o 1639. Escriban�a 1, Legajo 72, expediente 2, folio 109r).
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[6] �...todos los a�os en muchas partes de los terminos desta ciudad cae piedra granizo y rayos y otras tempestades...� (Acta Capitular de 18/4/1616, en Piana de Cuesta 1992).
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[7] �la langosta (�) es muy perjudicial (�) a donde a tiempo se ven en tanta muchedumbre, que parecen nublados y talan los sembrados�� (Bernab� Cobo, en Piana de Cuesta 1992).
[8] �...bio en la dicha ca�ada habr� quatro a�os pocos o menos cinco o seis ch�caras de los dichos yndios...� (Fern�ndez, en Bixio y Berberi�n 1984).
�...que los dichos caciques e indios estan todos en un pueblo y tienen sus chacaras en un valle...� (Nieto 1579, por Mart�n de Zurita 1983).
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