ISSN 1851-0027
Año 2008. Número 3:145-158
comechingonia.com

Alberto Rex González y la vigencia de sus aportes a la arqueología de cazadores-recolectores de Argentina

Recibido el 20 de octubre de 2008. Aceptado el 18 de diciembre de 2008

Diego E. Rivero
Centro de Estudios Prof. Carlos S. A. Segreti-CONICET

 

Resumen
Se reseñan los trabajos pioneros realizados por Alberto Rex González acerca de la arqueología de los grupos cazadores-recolectores, entre las décadas de 1940 y 1950, y se discute la vigencia de algunas de sus ideas y propuestas. Estos inauguraron nuevas perspectivas e interrogantes, sentando las bases para una nueva etapa en el desarrollo de la arqueología argentina, poniendo el énfasis en la definición de secuencias cronológicas y en los contextos culturales. Como resultado de sus trabajos en sitios de las Sierras Centrales (pcias. de Córdoba y San Luis) como los de Ayampitín, el Abrigo de Ongamira y la Gruta de Intihuasi, logró establecer un esquema cronológico-cultural que sirvió de referencia para la mayor parte de los estudios sobre cazadores-recolectores que se realizaron en nuestro país, y que aún continúa en uso en gran medida.

Palabras clave: Arqueología, Rex González, Cazadores Recolectores

Abstract
We resign Alberto Rex González pioneer works around hunter gatherers archaeology, between 1940 and 1950 decades, and discuss ongoing ideas and proposals. These began new perspectives and questions , setting the bases for a new age in argentine archaeology development, focusing on chronological sequences and cultural contexts definition. As an outcome of his researches in Sierras Centrales sites (Cordoba and San Luis Provinces) as Ayampitin, Ongamira shelter and Intihuasi Cave, he established a chronological cultural scheme which served as a reference for almost all the hunter gatherers studies made in our country, and which still continue in use.

Keywords: Archaeology, Rex González, Hunter Gatherers.

 

Introducción

Las investigaciones arqueológicas dedicadas al estudio de los cazadores-recolectores de las Sierras Centrales tuvieron sus inicios a fines del siglo XIX, con los trabajos pioneros de Florentino Ameghino (1885), quien realizó investigaciones en los alrededores de la ciudad de Córdoba entre 1884 y 1886. Sus importantes contribuciones, realizadas desde un marco teórico evolucionista, fueron desestimadas a comienzos del siglo XX, debido principalmente al descrédito en que cayeron sus ideas acerca de la antigüedad del hombre en América. Esto se produjo luego de las críticas recibidas por parte del grupo de investigadores liderado por Ales Hrdlicka (1912) y de la crisis mundial que sufrió el paradigma evolucionista a principios del siglo XX (Politis 1988).
Como consecuencia se consideró que el hombre americano poseía una antigüedad no mayor a unos pocos miles de años antes de la conquista europea, una hipótesis defendida principalmente por Hrdlicka. Debido a esto, el interés por investigar la profundidad temporal de la presencia humana en nuestro territorio fue prácticamente mínimo, atribuyéndose la totalidad de los restos arqueológicos que se hallaban en una zona a los indígenas que la habitaban en el momento de la conquista, es decir a los comechingones (González 1952:110).
El estudio de los primeros pobladores de nuestra provincia se retomó después de la década del ´30. Esto coincidió, tal vez no casualmente, con que el modelo que Hrdlicka y otros defendían comenzó a derrumbarse a partir de 1927 producto de los hallazgos en el sitio Folsom de Estados Unidos, que confirmaban la presencia del hombre en América durante el Pleistoceno.
El estudio de los cazadores-recolectores o �grupos precerámicos� en nuestro país, especialmente en las Sierras Centrales, cobró un nuevo y renovado impulso entre los años 1939 y 1960. El objetivo se centraba en determinar la antigüedad de la presencia humana y establecer una cronología relativa para las culturas precerámicas que las habitaron.
El principal protagonista de estas investigaciones fue Alberto Rex González, quien durante la segunda mitad de la década de 1930 dio comienzo a una serie de estudios arqueológicos en la zona serrana cordobesa, en compañía de Aníbal Montes. En 1939 descubrieron un sitio en una pequeña barranca de la localidad de Ayampitin (Pampa de Olaen, Córdoba), donde recuperaron abundante material lítico, compuesto por raspadores, instrumentos de molienda, desechos de talla y puntas de proyectil apedunculadas y de forma lanceolada, que diferían notablemente de las que comúnmente se hallaban en diversos sitios agroalfareros cordobeses. Otro aspecto que se destacaba en este sitio era la ausencia de restos de cerámica. Esta característica, sumada a las puntas de proyectil lanceoladas y la posición estratigráfica de los elementos recuperados, permitió a los investigadores hipotetizar que se trataba de los restos de un campamento de grupos muy anteriores a los aborígenes históricos, y le asignaron una antigüedad superior a los 5000 años (González 1952).
Mientras que gran parte de la labor arqueológica de los inicios del siglo XX en nuestro país consistía en el uso de herramientas descriptivas e interpretaciones intuitivas de piezas de museo, ruinas o monumentos antiguos, y la labor de campo no era tenida en cuenta (Lagiglia 1994), González era un gran defensor del trabajo arqueológico de campo, señalando que ��es el trabajo de campaña el aspecto fundamental sobre el cual se elaboran posteriormente las conclusiones arqueológicas particulares y generales.� (González 1960:42).
Por ello, en 1946 comenzó sus estudios de posgrado en Arqueología en la Universidad de Columbia (Estados Unidos) donde estudió detalladamente la metodología de la excavación estratigráfica para la investigación arqueológica de campo, que era la técnica de vanguardia por aquellos años en los principales centros de la arqueología mundial. Cuando regresó a nuestro país en 1949, aplicó los conocimientos adquiridos para desarrollar investigaciones, desde el Museo de La Plata , en gran parte del Noroeste argentino, destacándose la labor desarrollada en las Sierras Centrales. A partir de la década de 1950 se abre una nueva etapa en la investigación arqueológica de nuestro país, y Alberto Rex González fue uno de sus protagonistas principales.
Una de las primeros trabajos de campo que realizó empleando el nuevo método estratigráfico fue la excavación del Abrigo de Ongamira, que ya había sido objeto de intervenciones iniciales por Montes (1943) y el mismo González (1943). Estos nuevos estudios, más sistemáticos, fueron los efectuados en compañía de Osvaldo Menghín en 1949 (Menghín y González 1954), donde recuperaron contextos arqueológicos correspondientes, por lo menos, a dos momentos distintos. El más reciente contenía artefactos líticos como puntas de proyectil triangulares, molinos planos, retocadores y puñales óseos así como algunos restos de cerámica, junto con numerosos vestigios arqueofaunísticos.
En las capas inferiores de este abrigo se recuperaron artefactos óseos como tubos, colgantes, puntas embotantes y escasos artefactos líticos, entre los cuales se obtuvo un gancho de propulsor fracturado y numerosos desechos de talla en cuarzo y cuarcita. Asimismo, estaban presentes varios instrumentos de molienda y restos de fauna, principalmente camélidos y cérvidos. Al igual que en el caso de Ayampitin, este componente carecía de restos de cerámica (González 1952; Menghín y González 1954).
Estas investigaciones permitieron demostrar que los indígenas históricos habían sido precedidos por otros grupos de cazadores y recolectores que no poseían cerámica. Sin embargo, no estaba explícita la relación entre estos yacimientos ni la profundidad temporal de este período u �horizonte precerámico�.
En 1951, en la provincia de San Luis el Dr. Rex González realizó excavaciones estratigráficas en la Gruta de Intihuasi, emplazada a unos 80 km al Norte de la capital provincial (González 1960). Estas intervenciones generaron un importante cuerpo de evidencias arqueológicas que abarcaban un extenso lapso.
González distinguió tres grandes componentes arqueológicos, superpuestos estratigráficamente. El más profundo se destacaba por la presencia de los mismos tipos de puntas lanceoladas que habían sido identificadas en la Pampa de Olaen más de diez años atrás, junto con una gran variedad de artefactos líticos, como placas grabadas, molinos planos, raspadores y raederas. También se obtuvieron útiles de hueso y restos de fauna que incluían camélidos y cérvidos.
El siguiente componente, más reciente, se destacaba por la presencia de un nuevo tipo de punta de proyectil. Se trataba de puntas de limbo triangular de tamaño mediano a grande con base recta o escotada. Junto con ellas se obtuvieron puntas lanceoladas pero de un tamaño menor a las del componente más antiguo. Otros artefactos importantes fueron cuatro ganchos de propulsor �tres líticos y uno óseo- de similar tipología que el recuperado en los niveles inferiores de Ongamira. Estos elementos, fueron empleados para ubicar cronológicamente el componente inferior de Ongamira en un período contemporáneo al del nivel de Intihuasi que poseía puntas triangulares.
Finalmente, en los niveles superiores dominaban casi exclusivamente puntas triangulares de pequeño tamaño (menores a 25 mm de largo). También se recuperaron algunos tiestos cerámicos, por lo que se atribuyó este componente a los indígenas históricos, con una antigüedad que iría entre el 500 y el 1500 d.C. (González 1960:171).
En el transcurso de estas investigaciones, en 1956, González recibió los resultados del primer fechado radiocarbónico de nuestro país, realizado sobre restos óseos de artiodáctilos provenientes de los niveles inferiores de la Gruta de Intihuasi y asociados a las puntas lanceoladas de tipo ayampitin. Esta datación, de 7970 ± 100 años AP (Y-228), junto a una segunda fecha de los mismos niveles que arrojó una antigüedad de 8068 ± 95 años AP (P-345) confirmaba la gran profundidad temporal de la ocupación humana en la región, remontándola hasta los inicios del Holoceno (González 1960).
Finalmente, una datación absoluta para el componente inferior del Abrigo de Ongamira dio una antigüedad de 6550 ± 150 años AP (GRN-5414), lo que ratificaba las observaciones estratigráficas que consideraban a este componente como posterior al que contenía las puntas lanceoladas en Intihuasi (González y Lagiglia 1973).
Los hallazgos en estos dos sitios, así como las dataciones obtenidas, permitieron obtener una visión diacrónica de los momentos anteriores a la llegada de los europeos y consolidaron definitivamente el hecho de que en nuestro territorio se había desarrollado una etapa precerámica muy anterior a la de los indígenas históricos o agroalfareros.
A partir de la publicación del trabajo de González (1960), quedó establecido un esquema cronológico-cultural para las Sierras Centrales que incluía dos períodos precerámicos correspondientes a las llamadas culturas Ayampitin, con una cronología correspondiente al Holoceno temprano (ca. 8000 AP) y, a partir de mediados del Holoceno, la cultura Ongamira (5000 AP), seguidas por los precursores de los indígenas históricos, portadores de cerámica y con una cronología posterior al 500 d.C. Este fue el esquema básico que siguieron todas las obras de síntesis a partir de la década de 1960 al referirse a la arqueología de las Sierras Centrales.
El alcance mundial de la obra de González se evidencia en la obra clásica Method and Theory in American Archaeology de los investigadores norteamericanos G. Willey y P. Phillips, editada en 1958, donde realizan una periodificación de la prehistoria americana dividiéndola en etapas culturales , donde la etapa más antigua de este desarrollo histórico se denominó Etapa Lítica Temprana . Para la caracterización de esta etapa, que hacía referencia a las primeras culturas que poblaron el continente, los autores recurrieron a la información más relevante que se encontraba disponible en los distintos sectores de América. En lo referente al sur de Sudamérica, la información que presentan es escasa, limitándose a algunos sitios del extremo sur de la Patagonia y a los sitios de las Sierras Centrales de Argentina excavados por Alberto Rex González: Ayampitín, la Gruta de Intihuasi y el Abrigo de Ongamira. Asimismo, citan las dataciones obtenidas en los niveles inferiores de la Gruta de Intihuasi (Willey y Phillips 1958).

La vigencia de sus investigaciones

Los aportes de Alberto Rex González a la arqueología de cazadores-recolectores de las Sierras Centrales fueron esenciales para la construcción de un modelo cronológico regional. Con posterioridad a la década de 1960, el estudio de los cazadores-recolectores fue prácticamente abandonado y no se retomó su estudio sistemático hasta comienzos de este siglo, aunque desde perspectivas teóricas diferentes a las empleadas por González (v.g. Rivero y Berberián 2006; Rivero 2007). En estas nuevas investigaciones se lograron detectar numerosos sitios arqueológicos en distintos lugares de las sierras, donde una y otra vez se identificaron complejas estratigrafías que confirmaron la secuencia cultural observada por este gran investigador hace más de cincuenta años. Tal es el caso de los sitios El Alto 3, Arroyo El Gaucho 1 y Quebrada del Real 1, donde se identificaron componentes arqueológicos conteniendo puntas lanceoladas demás de otros instrumentos y restos faunísticos (que fueron datados en ca. 7100 AP) a los que se superponían estratigráficamente otros componentes que contenían entre sus materiales arqueológicos puntas de proyectil triangulares de base escotada (datados en ca. 3700 AP).
Asimismo, en el sitio El Alto 3 se detectó al inicio de la secuencia estratigráfica un componente arqueológico que fue datado en ca. 11.000 años AP, lo que confirmaría la presencia del hombre en la región durante finales del Pleistoceno, como había sostenido apasionadamente Florentino Ameghino a finales del siglo XIX. El mismo González, un gran admirador de Ameghino, nunca descartó esta posibilidad, y proponía continuar investigando sobre los primeros pobladores de las sierras para lograr confirmar dicha posibilidad, que ya se había insinuado con los hallazgos de Ameghino (González 1960).
Entre sus propuestas acerca de los primeros habitantes de las Sierras Centrales, se destaca la relación que estableció entre las puntas de proyectil lanceoladas, correspondientes al Holoceno Temprano, con otros estilos de puntas similares hallados en numerosos sitios de la región andina abarcando desde los yacimientos de El Jobo, en Venezuela, pasando por Lauricocha en Perú, Bolivia, el Noroeste argentino y el norte de Chile. Sobre la base de esta relación estilística, propuso la existencia de un gran �Horizonte Panandino� de puntas lanceoladas que caracterizaba a una tradición de cazadores nómadas que, ��llegando a Sudamérica desde el Norte, invadió todo el continente y llegó a las Sierras Centrales.� (González 1960:199). Si bien en la actualidad los conceptos de Horizonte, Tradición y Cultura, tal como los entendía González, han sido superados y han caído en desuso, la idea central de una vinculación entre los cazadores-recolectores del Holoceno Temprano de las Sierras Centrales con poblaciones de origen andino, que pueden buscarse en la región andina central de Argentina y Chile, aún posee vigencia y está siendo evaluada a la luz de las nuevas evidencias obtenidas en las investigaciones (Rivero y Berberián 2006).
A modo de conclusión, podemos afirmar que los aportes realizados por Alberto Rex González fueron fundamentales para el desarrollo de la arqueología de los cazadores-recolectores de Argentina, y especialmente de las Sierras Centrales, ya que sentaron las bases para el posterior avance de esta problemática en nuestra región, actualizando la metodología de trabajo y colocando a la arqueología de las Sierras Centrales en los debates internacionales acerca del poblamiento de América, durante gran parte del siglo XX.

 

Bibliografía

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Menghín, O. y A. González
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Politis, G.
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Rivero, D.
2007. Ecología de cazadores-recolectores en las Sierras de Córdoba. Investigaciones en el sector meridional del Valle de Punilla y pampas de altura . Tesis para optar al grado de Doctor en Historia. Facultad de Filosofía y Humanidades, Universidad Nacional de Córdoba, Córdoba. Manuscrito.

Rivero, D. y E. Berberián
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Willey, G. y P. Phillips
2001 [1958]. Method and Theory in American Archaeology. The University of Alabama Press.