ISSN 1851-0027
A�o 2008. N�mero 1: 24-42
comechingonia.com
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Consideraciones en torno a una posible estructura de vivienda en el asentamiento aborigen El Morrillo, Matanzas, Cuba.
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Recibido el 22 de noviembre de 2007. Aceptado el 12 de febrero de 2008
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Odlanyer Hern�ndez de Lara
Castillo de San Severino Museo de la Ruta del Esclavo
Calle 135 No. 29808 e/ 298 y 300. Pueblo Nuevo, Matanzas, Cuba
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Boris E. Rodr�guez T�panes
Castillo de San Severino Museo de la Ruta del Esclavo
Calle 298 No. 6304 e/ 63 y 65. Matanzas, Matanzas, Cuba
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Resumen
La presente investigaci�n recoge los resultados de las excavaciones llevadas a cabo entre diciembre 2004 y marzo 2005 en el asentamiento agricultor ceramista El Morrillo, Matanzas, Cuba. Se analizan las referencias hist�ricas acerca de los m�todos de construcci�n de espacios habitacionales por parte de los grupos humanos que habitaron las Antillas durante la conquista. Se plantean algunas consideraciones iniciales en torno a la presencia de una estructura de vivienda mediante el hallazgo de varias huellas de postes socavadas en la roca estructural. El hallazgo de las mismas es el primer reporte de su tipo para el pa�s. Igualmente se comparan estos hallazgos con otros en el �rea del Caribe.
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Palabras claves: Huellas de poste, viviendas circulares, Cuba.
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Abstract:
The present research summarizes the results of the archaeological excavations carried out between December 2004 and March 2005 in an archaeological settlement El Morrillo, Matanzas, Cuba. The community who lived in this settlement was one engaged in agricultural and ceramic practices. The historical references on the construction methods of houses practiced by the aboriginal groups which peopled the Antilles during the conquest are analyzed. Initial considerations about the presence of a housing structure are offered due to the discovery of various post holes excavated in the structural rock. This discovery is the first report of post holes excavated in the structural rock in Cuba. Equally these finds are compared with others in the Caribbean area.
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Key words: Postholes, circular housing structures, Cuba.
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Introducci�n.
El estudio arqueol�gico de las estructuras de viviendas en el Caribe, contrario a otras �reas del mundo, ha estado limitado por la conservaci�n de los materiales utilizados dadas las caracter�sticas del clima tropical. De igual forma, la identificaci�n de huellas de postes en una cantidad significativa de asentamientos se ha visto limitada por la escasez de excavaciones extensivas en la arqueolog�a caribe�a hasta hace muy poco tiempo.
Excavaciones realizadas en Puerto Rico, San Tom�s, San Eustaquio, Barbados y Aruba, han logrado definir espacios habitacionales completos. Por otra parte, en Cuba, nuevos hallazgos en asentamientos sumergidos han aportado importantes datos referentes a las viviendas abor�genes.
Hasta el momento las evidencias arqueol�gicas solo revelan la existencia de viviendas en asentamientos agricultores ceramistas que coinciden con los llamados grupos Tainos. Los registros arqueol�gicos en comunidades pre-ceramistas no han arrojado hasta el momento datos acerca de la presencia de casas, pues los trabajos realizados en los sitios asociados parecen indicar que los mismos no hab�an alcanzado un nivel de desarrollo que les permitiera su construcci�n, sino que su h�bitat estaba enmarcado en grutas y abrigos rocosos fundamentalmente.
Varios antrop�logos e historiadores sociales (Netting et al. 1984; Wilk y Netting 1984; Wilk y Rathje 1982) plantean que las viviendas constituyen la unidad b�sica anal�tica para los estudios sociales. Esto se aplica de igual manera a las sociedades ta�nas donde la vivienda parece ser la unidad socioecon�mica b�sica de producci�n, distribuci�n, transmisi�n y reproducci�n (Curet 1992).
El presente estudio pretende aportar, en lo posible, una visi�n m�s global acerca de la comunidad en cuesti�n, as� como determinar la conformaci�n y caracter�sticas de una posible estructura de vivienda teniendo en cuenta los hallazgos realizados. Adem�s, se eval�a el estado de deterioro del sitio como consecuencia del impacto ocasionado por causas antr�picas y naturales.
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Las fuentes hist�ricas.
La primera referencia que se tiene noticia acerca de las viviendas de las comunidades abor�genes en el Caribe se debe al Diario de Navegaci�n del Almirante de la Mar Oc�ano D. Crist�bal Col�n (1961: 62) el 17 de octubre de 1492 en la isla denominada por �l como Fernandina, actualmente Peque�a Iguana, apuntando que �las casas son todas � manera de alfaneques, y muy altas y buenas chimeneas�.1
El 29 de octubre ofrece una descripci�n m�s detallada tras su llegada al puerto de Gibara, mencionando que:
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Las casas diz que eran ya mas hermosas que las que habian visto, y creia que cuanto mas se allegase � la tierra firme serian mejores. Eran hechas � manera de alfaneques, muy grandes, y parecian tiendas en real sin concierto de calles, sino una ac� y otra acull�, y de dentro muy barridas y limpias, y sus aderezos muy compuestos. Todas son de ramas de palma muy hermosas (Col�n 1961: 75).
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Posteriormente, hace referencia a otra vivienda �de dos puertas, porque as� son todas, y entr� en ella y vide una obra maravillosa, como c�maras hechas por una cierta manera que no lo sabria decir� (Col�n 1961: 115), lo que podr�a indicar la existencia de divisiones dentro de la misma.
Por otra parte, la m�s completa descripci�n acerca de las viviendas tainas fue ofrecida por Fern�ndez de Oviedo en su Historia general y natural de las Indias, donde se�ala que:
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hincaban muchos postes a la redonda, de buena madera, y de la groseza, cada uno, conviniente, y en circuito, a cuatro o cinco pasos el un poste de otro, o en el espacio que querian que hobiese de poste a poste. E sobre ellos, despu�s de hincados en tierra, por encima de las cabezas, en lo alto, p�nenles sus soleras; e sobre aqu�llas ponen en torno la varazon (que es la templadura para la cubierta); Las cabezas o grueso de las varas� se juntan e resumen en punta, a manera de pabell�n. E sobre las varas ponen de trav�s, ca�as o latas de palmo a palmo (o menos), de dos en dos, o sencillas; e sobre aquesto cubren de paja delgada e luenga; otros cubren con hojas de bihaos; otros con cogollos de ca�as; otros con hojas de palmas, y tambi�n con otras cosas. En lo bajo, en lugar de paredes desde la solera a tierra, de poste a poste ponen ca�as hincadas en tierra, someras, e tan juntas como los dedos de la mano juntos; e una a par de otra, hacen pared, e �tanlas muy bien con bejucos... para que sea fuerte e bien trabada la obra e armazon toda, ha de tener en medio un poste o m�stel de la groseza que convenga... al cual se han de atar todas las puntas de las varas (Cassa 1974: 90)
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El registro arqueol�gico.
La bibliograf�a arqueol�gica generalmente reconoce a J. A. Mason como el primer arque�logo en reportar la presencia de postes y moldes de postes en un sitio arqueol�gico ubicado en Puerto Rico durante los trabajos que realizara en 1917 (Curet 1992). Sin embargo, en exploraciones llevaba a cabo en la Ci�naga de Zapata, al Sur de la actual provincia de Matanzas, Cuba, por el arquitecto Jos� Antonio Cosculluela en 1914 se reporta lo que parece corresponder al primer hallazgo relacionado con una estructura de vivienda aborigen para Cuba y el Caribe. En el lugar, denominado Cayo de las Estacadas, en la Laguna del Tesoro, encontr�:
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numerosas hileras de pilotes clavados que sobresal�an bastante de la superficie. Todo el pilotaje guardaba un orden regular que indicaba ser obra del hombre, distanci�ndose entre si unos tres metros aproximadamente. (�) la simetr�a de sus diversas filas era perfecta� sacamos uno [de los pilotes] con gran trabajo y observamos lo siguiente: los pilotes todos eran de madera de yana, de una longitud de 10 metros; mientras la parte que hab�a estado enterrada conservaba su di�metro primitivo (unas 6 pulgadas) el resto que estaba fuera de la superficie del fondo y sometido a la influencia variable del sol, humedad, etc., presentaba un desgaste uniforme muy marcado que hab�a reducido su di�metro a una pulgada (Cosculluela 1965: 77).
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Desafortunadamente los trabajos arqueol�gicos en el sitio no pudieron continuarse debido a que el cayo estaba sumergido m�s de dos metros en algunos lugares y para realizar una met�dica investigaci�n era necesario desecar el �rea. Cosculluela planteaba la continuidad de estos trabajos una vez concluido su proyecto de desecaci�n de este humedal, el cual nunca lleg� a materializarse. Cayo de las Estacadas mantiene su inter�s arqueol�gico hasta la actualidad pues no se han realizado investigaciones desde la �poca en que fueran reportados.
Con posterioridad, Tab�o y Rey (1985) hacen menci�n de una visita realizada en 1941 por Irvin Rouse y el Dr. Garc�a Casta�eda al sitio El Catuco, distante a 2km al sudoeste de Gibara, Holgu�n, donde intentaban verificar un informe realizado por Eduardo Garc�a Feria acerca de la presencia de bases de casas circulares, bas�ndose en el hallazgo de �reas circulares cubiertas por un piso arenoso, as� como de las marcas dejadas por postes clavados alrededor de ellas. Desafortunadamente no se pudo comprobar debido a que el sitio se encontraba cubierto de hierba.
Guarch (1978) refiere la presencia de dos huellas de postes rellenas de basura arqueol�gica en el residuario Laguna de Limones, Mais�, distantes 4m una de la otra. Por otra parte, son reportadas 11 huellas de postes pertenecientes a una vivienda de planta circular en El Convento, provincia Cienfuegos y en Barajagua II, Holgu�n, se hallaron huellas de postes de una vivienda semejante (Jardines y Calvera 1999).
Recientemente en los trabajos efectuados en el asentamiento de Los Buchillones, provincia de Ciego de �vila, han develado una serie de postes de maderas que parecen corresponder a construcciones abor�genes, aisl�ndose una vivienda circular de 10m de di�metro (Jardines y Calvera 1999), determinadas por varias agrupaciones de postes.
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El Morrillo.
Desde su descubrimiento, el asentamiento aborigen El Morrillo (fig.1) ha sufrido alteraciones sustanciales, una vez que elementos naturales y antr�picos han incidido negativamente en su entorno. La acci�n devastadora del mar y el rescate realizado por ciertas personas, generalmente ajenas a las labores cient�ficas ha da�ado uno de los sitios agricultores ceramistas m�s significativos en el occidente del pa�s. Por su importancia los autores decidieron realizar una serie de expediciones sistem�ticas al lugar con el objetivo de aportar, en lo posible, una visi�n m�s global acerca de la comunidad que all� se asent�. Estos trabajos permitieron detectar una posible unidad socioecon�mica b�sica de producci�n.
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Figura 1. Ubicaci�n del asentamiento El Morrillo en la provincia de Matanzas, Cuba. �
El Morrillo (fig. 2), a pesar de haber sufrido un deterioro apreciable por causas que se explicar�n en lo siguiente y, adem�s, estudiado y explorado en reiteradas ocasiones con mayor o menor grado de cientificidad, procura un proyecto que va m�s all� de una campa�a de excavaci�n, por lo que se propone la posibilidad futura de extender las excavaciones al �rea menos afectada del asentamiento, lo que abarca la rivera de la costa y la extensi�n frente al fuerte.
Entre las afectaciones antr�picas y naturales tenemos: la construcci�n del campo de pr�cticas de tiro de las FAR[1] y la erosi�n ocasionada por el mar en el perfil del �rea costera. En un informe emitido a la Direcci�n Provincial de Patrimonio (Vento 1979), como consecuencia de una intervenci�n arqueol�gica por la aparici�n casual de restos �seos humanos, se propon�a solicitar un permiso de excavaci�n para la franja contigua a la l�nea de costa, �rea menos alterada del asentamiento, sustentado por la destrucci�n del sitio por elementos naturales, calculando una perdida aproximada de 3 metros de fondo en un frente de m�s de 100m, en un periodo de tres a�os.
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Figura 2. Vista del asentamiento El Morrillo, Matanzas, Cuba
Antecedentes del asentamiento
En exploraciones efectuadas por la rivera del r�o Can�mar y �reas aleda�as, el coleccionista y espele�logo matancero Eustaquio Calera Gibernaut, miembro del grupo de aficionados Yumur�, localiza un asentamiento aborigen entre Punta del Morrillo y la desembocadura del r�o Buey-Vaca en 1964, colectando muchos fragmentos de cer�mica correspondientes a vasijas y burenes[2], as� como algunos instrumentos de piedra y concha, seg�n comenta Tab�o y Rey (1985) a raz�n de un informe de 1965 a la Academia de Ciencias de Cuba. Esta informaci�n se presenta muy resumida, careciendo de interpretaci�n alguna acerca de los hallazgos efectuados.
El asentamiento de primera magnitud El Morrillo, fue considerado durante mucho tiempo como el sitio m�s occidental del pa�s asociado a las mencionadas comunidades. Por esta fecha integrantes del entonces reci�n fundado grupo espeleol�gico Carlos de la Torres acometen algunos trabajos en el lugar.
En 1966 investigadores de la Academia de Ciencias de Cuba realizan las primeras prospecciones arqueol�gicas en el asentamiento. Dataciones realizadas, arrojaron un fechado radiocarb�nico de 590 � 90 AP (C-14), ubic�ndolo entre los sitios agroalfareros tard�os (Tab�o y Rey 1985).
Luego, entre los meses de febrero y marzo de 1975, Rodolfo Payar�s (1980) dirige los trabajos arqueol�gicos de rescate con el objetivo de salvar en lo posible la mayor cantidad de evidencias materiales de sus antiguos pobladores, para ampliar los muestrarios existentes del sitio y servir de alg�n modo en las futuras investigaciones de los materiales obtenidos en las anteriores excavaciones, as� como para enriquecer las salas de nuestros museos, en ocasi�n de efectuarse labores de restauraci�n del fuerte de costa El Morrillo (MN). Los resultados correspondientes fueron publicados parcialmente en 1980.
Cuatro a�os despu�s, entre los d�as 14 y 18 de marzo de 1979, al descubrirse accidentalmente un esqueleto humano sobresaliendo en una de las paredes escarpadas por el mar, se realizaron trabajos de prospecci�n arqueol�gica en el sitio con el objetivo de rescatar el mencionado hallazgo. Los estudios realizados por el Dr. Ercilio Vento Canosa resultaron corresponder a un individuo masculino de aproximadamente 45 a�os y estatura de 1,60m, donde se obtuvo un fechado por el m�todo del Col�geno de 880 � 20 AP (C) y en las capas m�s superficiales de 420 � 20 AP (C) (Mart�nez et al. 1993: 87).
Con posterioridad a estas labores el sitio fue objeto de exploraciones peri�dicas con el objetivo de rescatar el patrimonio arqueol�gico del lugar, aunque su destino no fuere siempre el m�s debido.
En El Morrillo se han efectuado varios descubrimientos de gran valor para la arqueolog�a provincial. Entre ellos el m�s significativo fuera un �dolo antropomorfo confeccionado en concha, asociado al dios del buen tiempo: Marohu, el cual fue encontrado en agosto de 1994 por el poeta y aficionado a la arqueolog�a Luis Marim�n en una pared expuesta a los azotes del mar (�lvarez 1998).
Por otra parte, fundamentalmente a partir de la d�cada del 90, algunos grupos espeleol�gicos provinciales realizaron investigaciones en el lugar, destac�ndose el Cacique Yaguacayex y con posterioridad el Manuel Santos Pargas, contribuyendo con un significativo aporte a la arqueolog�a local, aunque parte importante de esta empresa no ha sido publicada. Los estudios acerca del asentamiento se han limitado a estudios puntuales de piezas.
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Excavaciones arqueol�gicas.
El 23 de noviembre del a�o 2003, en expedici�n conjunta de los grupos espeleol�gicos Luis Montan� y Cacique Yaguacayex del Comit� Espeleol�gico de Matanzas, SEC, los autores detectan en un �rea aproximada de 16 m2 la presencia de tres hoyos socavados en la roca estructural, mientras se efectuaban trabajos de exploraci�n minuciosa de la superficie del asentamiento (Hern�ndez y Rodr�guez 2005a).
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Figura 3. �rea donde se pueden observar las huellas de poste socavadas en la roca estructural.
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Como consecuencia de estos hallazgos se procedi� a la solicitud del permiso de excavaci�n a la Comisi�n Nacional de Monumentos, el cual fue concedido en Junio de 2004, lo que conllev� al comienzo de los trabajos de prospecci�n en diciembre del mismo a�o, con el objetivo de localizar la posible estructura de la base de una vivienda circular.
El mencionado descubrimiento est� compuesto por tres hoyos que forman un arco con una distancia de 2,76m y 2,26m respecto al del centro (fig. 3). El primero posee un di�metro de 19cm y una profundidad de 16cm (fig. 4). El segundo tiene 21cm de di�metro y 15,8 de profundidad (fig. 5). Por su parte el tercer y �ltimo hoyo encontrado hasta ese momento, posee un di�metro de 19,5cm y una profundidad de 15,7cm (fig. 6).
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Figura 4. Huella de poste No. 1.
El inicio de los trabajos se concibi� a partir del �rea donde se encuentran los hoyos. Se traz� una ret�cula que abarc� un �rea de 5 X 3 metros, marcando 15 cuadr�culas de 1 X 1 metro (fig. 7). En un inicio se concibi� trabajar la estratigraf�a por capas artificiales de 0,05m, lo que fue modificado por 0,10m a consecuencia del pobre grosor de la capa vegetal, utilizando un tamiz de 0,02m.
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Figura 5. Huella de poste No. 2. |
Figura 6. Huella de poste No. 3.� |
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Figura 7. Vista de los trabajos de excavaci�n.
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Resultados preliminares.
Como consecuencia de los estudios realizados en el asentamiento hasta el momento se han localizado un considerable monto de evidencias en relaci�n con la poca estratigraf�a del lugar. Adem�s, en el �rea donde la roca aflora, aproximadamente a 0,50m del per�metro de la excavaci�n, se localiz� la cuarta huella de poste (No.4), aunque de menores proporciones que las halladas con anterioridad. La misma posee 10.5cm de di�metro por 7.0cm de profundidad.
Con posterioridad, se procedi� a extender la excavaci�n hacia la probable ubicaci�n de las huellas de poste, bas�ndonos en la regularidad de las mismas, localiz�ndose otro posible hoyo que no parece corresponderse al contexto estudiado.
Figura 8. Lasca primaria de pedernal (s�lex).
Los materiales encontrados estuvieron compuestos en su mayor�a por restos de dieta, entre las que se ha podido definir once especies de moluscos entre marinos, fluviales y en menor proporci�n terrestres. Adem�s, se localizaron v�rtebras de pescados, algunos restos �seos de jut�a[3] (Capromis) y otros planos que parecen corresponder a quelonios. Es de destacar que todas las evidencias aparecen muy fracturadas, especialmente las conchas lo que dificulta sobremanera su identificaci�n en ocasiones (Hern�ndez y Rodr�guez 2005b).
Los objetos relacionados con el proceso productivo estuvieron representados por 230 fragmentos de cer�mica, de los cuales 214 corresponden a vasijas y el resto a burenes, entre los que se hall� un fragmento con huellas de cester�a. Por otra parte, se hallaron pocos utensilios de trabajo, destac�ndose una lasca primaria de s�lex (fig. 8) de 9,6cm de largo por 8,3 de ancho que parece corresponder a una raedera y cuatro puntas de flecha elaboradas en concha, variando sus dimensiones desde 1,3cm hasta 6,5cm (Hern�ndez y Rodr�guez 2005a).
En cuanto a objetos relacionados con la superestructura se hallaron dos cuentas de concha de 0,9 y 1,0cm de di�metro con perforaci�n c�nica, encontr�ndose la primera de ellas en elaboraci�n. En la cuadr�cula A � 4 se localiz� una pieza de uso desconocido elaborada en cuarzo que podr�a estar relacionado con las actividades superestructurales de la comunidad en cuesti�n. La misma posee 1,6cm de altura y es de forma ligeramente cil�ndrica-c�nica con desgaste del �ngulo inferior terminando en una base plana bien definida; en el extremo superior est� fracturada aunque se puede observar una parte plana que parece haber comprendido toda la superficie.
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Figura 9. Planta de la excavaci�n y di�metro hipot�tico de la estructura de vivienda.
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Discusi�n.
En referencia a los hallazgos realizados en el asentamiento El Morrillo, debe indicarse que la presencia de los mencionados inmuebles est� asociada con las huellas de postes de maderas. Estas pueden corresponderse con estructuras de viviendas de planta circular, teniendo en cuenta la ubicaci�n espacial de los hoyos. Las viviendas de planta circular o caneyes, fueron las preponderantes en las comunidades agroalfareras del Caribe (Ramcharan, 2004), aunque tambi�n se han reportado de planta cuadrada que parecen estar relacionadas a la influencia europea en los primeros a�os de la conquista.
La aparici�n de hoyos se ha reportado en distintas localidades del territorio nacional, aunque no existe menci�n alguna de huellas de postes socavados en la roca estructural, por lo que representan los primeros reportes para el territorio cubano. Estas evidencias se han reportado para otras islas de las Antillas.
Los c�lculos realizados a partir de los datos obtenidos hasta el momento revelaron un di�metro de aproximadamente 8,5 metros (fig. 9), respondiendo a una simetr�a regular hipot�tica, medida que se corresponde con los hallazgos efectuados hasta el momento en otros asentamientos del pa�s y las Antillas[4].
A partir de las distancias entre las huellas de poste (No. 1 � No. 2 y No. 1 � No. 3, de 2,26m y 2,76m respectivamente), comprendidas como cuerdas de una circunferencia, se determin� el punto medio y se traz� una perpendicular de ambas cuerdas hasta el punto donde se cruzan, constituyendo este el punto medio de la circunferencia. Desde el mismo, se pudo medir el radio y conocer el di�metro aproximado de la estructura de vivienda. El �rea se determin� mediante la f�rmula:
Esto arroj� un �rea de 56,72 metros cuadrados. Es preciso anotar que para este c�lculo no se tuvo en cuenta la huella de poste No. 5 por sus caracter�sticas f�sicas incompatibles con el resto de las halladas, la cual indicar�a por su ubicaci�n un di�metro aproximado de 12 metros que se mantiene en el rango de las plantas de viviendas reportadas para Cuba y el Caribe. En este sentido se pueden mencionar estructuras de viviendas de 7,5m de di�metros encontrada en Colombia (Groot 2006), as� como la mencionada anteriormente en Los Buchillones de 10m de di�metro (Jardines y Calvera, 1999). Trabajos recientes en el mismo asentamiento develaron una estructura de aparente forma oval con una extensi�n m�xima de 8,5m en su lado m�s largo y 6,2m en el m�s estrecho, con un �rea de 45 metros cuadrados (Valc�rcel, et al., 2006).
Por otra parte, Las Casas relaciona que las viviendas oscilaban entre 9 y 12 metros y que albergaban alrededor de 10 personas, aunque en otro ejemplo menciona la existencia de entre 10 y 15 con sus esposas y ni�os (Curet 1992).
En cuanto al n�mero de individuos las opiniones son variadas, aunque la m�s aceptada parece corresponder a una cantidad aproximada de 20 o m�s personas en atenci�n a la familia extendida y no a la natural (Cass� 1974; Centro de Antropolog�a 1995), aunque la densidad de poblaci�n por viviendas debi� variar en relaci�n a las dimensiones de la estructura. El n�mero promedio de individuos por casa en las comunidades aruacas continentales contempor�neas se ha estimado en 14, correspondiendo a poblados donde s�lo existen dos o tres casas comunales, con un tama�o del orden de los 17 metros de di�metro (Centro de Antropolog�a, 1995).
Teniendo en cuenta estos datos y las dimensiones de la estructura de vivienda en estudio, la vivienda debi� corresponder a una familia nuclear de alrededor de 9 o 10 personas. No obstante, el �rea del asentamiento El Morrillo, por su extensi�n, debi� estar ocupada por varias casas de dimensiones dis�miles, teniendo como referencia hallazgos en sitios de similar estadio de desarrollo (Valc�rcel et al., 2006).
Es de destacar que la presencia de la huella No. 4, a raz�n de sus dimensiones y ubicaci�n, parece corresponder a una divisi�n interior de la vivienda o a un poste central, si se tiene en cuenta que en el registro arqueol�gico de estructuras de viviendas halladas en el Caribe, se han reportado unidades habitacionales donde se observa la presencia de varios postes centrales, como es el caso del sitio arqueol�gico Tutu en Saint Thomas (Ramcharan, 2004).
Respecto a las caracter�sticas constructivas de las estructuras de viviendas, los cronistas aportaron datos significativos en cuanto a su forma y algunos detalles generales, mencionando la presencia de dos puertas y de los materiales utilizados para su construcci�n. No obstante, las investigaciones arqueol�gicas han profundizado en el conocimiento de las t�cnicas constructivas y la especializaci�n de los trabajos en madera, representados en el asentamiento Los Buchillones en la costa norte central de Cuba. Los estudios de las piezas de madera han podido evidenciar la consolidaci�n de las estructuras de viviendas mediante la ubicaci�n de postes accesorios y la selecci�n de los tipos de suelos para lograr una mayor estabilidad de las estructuras (Valc�rcel et al., 2006) Para el caso de El Morrillo, las condiciones naturales del emplazamiento del sitio en la desembocadura del r�o Can�mar y las potencialidades de la bah�a de Matanzas, debieron influir en el asentamiento de la comunidad en cuesti�n. La construcci�n de la estructura habitacional sobre parte del terreno donde aflora la roca estructural debi� estar determinada ya sea por la densidad poblacional o por una mayor consolidaci�n y estabilidad de la estructura, cuestiones que indicar�an un aprovechamiento del espacio o una especializaci�n en la selecci�n de los suelos, seg�n corresponda.
La aparici�n de los restos dietarios y materiales cer�micos muy fracturados parece ser resultado de los procesos de deterioro por los que ha pasado el asentamiento, enti�ndase la presencia de un campo de tiro que condujo a un gran movimiento de tierra para la construcci�n de un parapeto y el desplazamiento de equipos pesados sobre el sitio.
La alteraci�n del contexto excavado imposibilit� una interpretaci�n de la distribuci�n de las evidencias materiales en el per�metro de la vivienda. Precisamente, la intensi�n de continuar las labores en �reas menos alteradas del asentamiento contribuir�a a una mejor comprensi�n de las funciones de los espacios habitacionales y la organizaci�n interna.
Las huellas de poste halladas en el asentamiento agricultor ceramista El Morrillo son las primeras de su tipo encontradas en Cuba, aportando datos de significativo valor para la interpretaci�n del sistema de habitaci�n de las comunidades abor�genes del occidente del pa�s, si bien las condiciones de conservaci�n no permitieron una mejor comprensi�n de la distribuci�n y utilizaci�n del espacio. El presente esfuerzo constituye la primera valoraci�n referente a la estructura de vivienda a partir de la informaci�n obtenida en las exploraciones y la excavaci�n efectuada.
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Agradecimientos:
Los trabajos realizados en el asentamiento en cuesti�n fueron gracias al esfuerzo de muchos colegas. Queremos agradecer al Dr. Ercilio Vento Canosa, asesor de la excavaci�n, por su inestimable ayuda. A los trabajadores de la Direcci�n Provincial de Patrimonio Cultural Matanzas, en especial a Georgina, por el apoyo. A Silvia T. Hern�ndez Godoy, Luis �lvarez, Alberto Clark, Noel Gil, Gianny Mart�n Mart�nez, Yoel S�nchez Ara�a y Daniel Torres Etayo, por su colaboraci�n en los trabajos de campo. A Esteban Grau por la realizaci�n de los planos digitales.
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Notas.
1. Respecto a las chimeneas Las Casas anota que �Estas chimeneas no son para humeros, sino unas coronillas que tienen encima las casas de paja de los Indios. Por esto lo dice, puesto que dejan abierto por arriba algo para que salga el humo�. (Nota al pie de p�gina).
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[1]Fuerzas Armadas Revolucionarias, i. e. el ejercito de la Rep�blica de Cuba.
[2] Los burenes constituyen discos de cer�mica que pueden llegar a medir m�s de un metro de di�metro y 6 cm de espesor. Est�n �relacionados con el cultivo de la yuca (mandioca) amarga (Manihot utilissima) para la realizaci�n del pan de casabe. En ocasiones aparecen con marcas de cester�a como consecuencia del secado de las piezas sobre esteras tejidas.
[3] Mam�fero end�mico de Cuba del orden Rodentia, familia Capromydae. Constituy� la base fundamental de la caza entre las comunidades abor�genes cubanas.
[4] Se pueden mencionar los hallazgos en Puerto Rico, y otras islas del Caribe donde han aparecido estructuras de entre 7 y 19 metros de di�metro aproximadamente (Curet 1992).
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