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comechingonia.com

Reproducci�n social dom�stica y asentamientos residenciales entre el 200 y 800 d.C. en el Valle de Taf�, Provincia de Tucum�n[1].

Tesista: Juli�n Salazar

C�tedra de Prehistoria y Arqueolog�a

Director: Eduardo E. Berberi�n

C�tedra de Prehistoria y Arqueolog�a- CONICET

Resumen

Este proyecto intenta delinear los objetivos fundamentales y el marco explicativo de una investigaci�n que tendr� como problem�tica central el an�lisis de los procesos de formaci�n, crecimiento y dispersi�n de los poblados residenciales en el sector Norte del Valle de Taf� (Provincia de Tucum�n), entre circa 200 d.C. y 800 d.C.

El prop�sito esencial consistir� en comprender, a trav�s del registro arqueol�gico,� el modo en que se establecieron, aceptaron, o rechazaron las relaciones entre los grupos que ocuparon los sitios habitacionales, tanto las correspondientes a las primeras aldeas como a los poblados dispersos, considerando como eje din�mico a las estrategias de reproducci�n social de las unidades dom�sticas.

Abstract

This project sets the research goals and explicative model to study residential sites formation, rising and dispersion in the Taf� Valley north area (Provincia de Tucum�n, Argentina), between circa 200 AD and 800 AD.

The main aim will be understanding, upon archaeological record, the way in which social relationships between groups that occupied residential sites, the first villages as well as the dispersed settlements, taking as dynamic axis household social reproduction strategies.�����

Antecedentes

El registro arqueol�gico del Valle de Taf� comenz� a ser conocido a partir de fines del siglo XIX y principios del XX. Los trabajos se redujeron a notas de viajes y comentarios de sitios aislados, preferentemente dedicados a la descripci�n de los monolitos de piedra pulida, grabados o lisos, que la literatura arqueol�gica regional ha consagrado con el t�rmino de menhires.

La aplicaci�n de una perspectiva normativa de la cultura, a mediados del siglo pasado, posibilit� la realizaci�n de distintas secuencias cronol�gicas para el desarrollo prehisp�nico del Noroeste Argentino. En el primer esquema, se reunieron y sintetizaron todas las informaciones disponibles para Taf�. No obstante, se consider� que los elementos no eran suficientes para establecer relaciones con otras entidades de la misma regi�n, ni para ubicarla temporalmente� (Bennett et al. 1948).

Las primeras investigaciones sistem�ticas, realizadas en 1960, incluyeron excavaciones en el mont�culo de El Mollar y en unidades habitacionales del Km 64 y del Km 71 de Taf� del Valle, y permitieron la definici�n de un contexto material inicial de la �Cultura Taf�. En esa oportunidad fue caracterizada fundamentalmente por una� cer�mica predominantemente ordinaria, monolitos de piedra tallada y pulida, y habitaciones circulares adosadas a un patio central tambi�n circular.� En el marco de estas investigaciones se obtuvieron las primeras dataciones radiocarb�nicas, que ubicaron cronol�gicamente a los materiales culturales recuperados entre 200 a.C. y 800 d.C. (Gonz�lez 1960,� Gonz�lez y N��ez 1960).

�En base a la revisi�n de los datos reunidos en estas investigaciones se propuso, con posterioridad, la sub-divisi�n de la cultura en dos fases: La Angostura (Taf� I) y Carapunco (Taf� II) (N��ez y Tarrag� 1972). La aplicaci�n de este desdoblamiento t�mporo-cultural result� bastante problem�tica, debido a que se realiz� en base a la presencia-ausencia de rasgos culturales en dos sitios de diversa funcionalidad (Berberi�n y Nielsen 1988a).

Un proyecto arqueol�gico, iniciado en la d�cada de 1970, intent� estudiar integralmente el registro material del Valle de Taf� desde un enfoque ecol�gico-cultural. Aplicando los lineamientos de la arqueolog�a espacial se construy� un modelo funcional que sintetizaba las pautas de explotaci�n econ�mica del valle (Berberi�n 1988).

La existencia de diferentes tipos de asentamientos asociados a distintos biotopos, permiti� reconocer la existencia de dos sistemas de asentamiento (Taf� I y Taf� II). El primero estaba caracterizado por una baja densidad poblacional, con asentamientos residenciales dispersos, asociados a sectores productivos, y reducida inversi�n en tecnolog�as agr�colas. El segundo, surgido en respuesta quiz�s a presiones demogr�ficas o agotamiento del suelo, se caracteriz� por la aparici�n de poblados concentrados -verdaderas aldeas- y la formaci�n de espacios productivos especializados que requirieron de la implementaci�n de complejas tecnolog�as agr�colas (Berberi�n y Nielsen 1988a).

La divisi�n en dos sistemas de asentamientos sucesivos pudo dar cuenta satisfactoriamente de las distintas estrategias econ�micas existentes en el valle durante el per�odo estudiado y aport� un marco heur�stico a partir del cual se obtuvo gran cantidad de informaci�n. No obstante,� la hip�tesis que supone que las unidades habitacionales dispersas ser�an anteriores a las aldeas concentradas, no se condice con el hecho de que las dataciones radiocarb�nicas de los sitios dispersos aportan las fechas m�s tard�as.

En los �ltimos a�os, los estudios se han limitado s�lo a algunas investigaciones parciales,� generalmente dedicadas al an�lisis de materiales procedentes de las excavaciones realizadas en el Mont�culo de El Mollar, los cuales han permitido asignarle al mismo la funcionalidad de centro ceremonial (N��ez y Garc�a 1994, Tartusi y N��ez 2001, Nasif y G�mez 1999, 2001, Carrizo et al. 1999).� Otros trabajos de excavaci�n, al sur del R�o Blanquito, han arrojado significativos aportes al conocimiento� de los procesos de formaci�n de sitio y de variabilidad del registro en distintos per�odos (Manasse 2002, Manasse et al 2004). De igual manera, los aportes de Sampietro han posibilitado ampliar la informaci�n acerca de condiciones paleo-ambientales y paleo-edafol�gicas del valle de Taf� (Sampietro 2002).

Delimitaci�n Espacial y Temporal

La investigaci�n propuesta en este proyecto estar� circunscrita a los sitios arqueol�gicos residenciales emplazados en el sector Norte del Valle de Taf�, ubicado en el noroeste de la provincia de Tucum�n.

Dicho valle constituye una cuenca tect�nica de hundimiento que afecta una forma aproximadamente triangular, con un ancho de 15 km en el sector sur,� estrech�ndose hacia el Norte, y una longitud total de 21 km. Se encuentra delimitado al Oeste por la Sierra de Aconquija, al Este por las Cumbres Calchaqu�es y al Sur por el Cerro Nu�orco.

El Valle de Taf� est� comprendido entre las cotas de 1800 y 3000 m s.n.m. La totalidad de la cuenca puede ser dividida, considerando criterios geomorfol�gicos, en dos secciones: una alta y estrecha, al Norte y otra m�s baja y extensa al Sur, ambas separadas por el cono de deyecci�n del R�o Blanco.

El sector Norte, el cual ser� marco de la investigaci�n, est� comprendido entre los 2.000 y 3.000 m.s.n.m. y abarca los sectores de La Bolsa, Carapunco y El Infiernillo. Es m�s estrecho y profundo que el sector Sur debido a la intensa depositaci�n de sedimentos de acarreo de los conos de deyecci�n que descienden del Cerro Mu�oz (4.437 m.s.n.m.), en el Sistema del Aconquija, y sobre todo del grupo Pabell�n-Potrerillo, en las Cumbres Calchaqu�es. Este relleno cubre el relieve tect�nico bastante accidentado de esta parte del Valle.

El estudio estar� centrado en el per�odo comprendido entre el 200 d.C. y el 800 d.C., dentro del cual se ubican la mayor�a de dataciones radiocarb�nicas realizadas hasta el momento en contextos correspondientes a la entidad sociocultural �Taf�. Este lapso corresponde, en el Noroeste Argentino, al Per�odo Formativo� y se caracteriza por la aparici�n de las primeras sociedades cuya subsistencia se basada principalmente en la agricultura y el pastoreo. Estas estrategias productivas se vincularon estrechamente a la adopci�n de la vida sedentaria y al desarrollo de las primeras aldeas. (N��ez 1974, Olivera 2001, Tartusi y N��ez 2001, Albeck 2000).

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Objetivos

Objetivo General

Reconocer las estrategias de reproducci�n social dom�stica y vincularlas a los procesos sociales que llevaron a la conformaci�n de los asentamientos residenciales, tanto de poblados dispersos como de aldeas concentradas.� Dar cuenta de las pr�cticas de los sujetos hist�ricos y los cambios operados en las mismas a trav�s del extenso lapso que abarca el desarrollo de la entidad sociocultural �Taf�.�

Objetivos Espec�ficos

������������� Establecer las pautas de ocupaci�n de los sitios en relaci�n a recursos disponibles, reconociendo las opciones econ�micas tomadas por los grupos dom�sticos.

������������� Analizar las transformaciones en el sistema de asentamiento a trav�s del tiempo, reconociendo el crecimiento diferencial de los distintos sitios residenciales, considerando las tendencias hist�ricas que fueron generando procesos de agregaci�n y de dispersi�n poblacional.

������������� Reconocer la organizaci�n interna y externa de los espacios dom�sticos, estableciendo actividades cotidianas para vincularlas a las pr�cticas diarias de la vida de las personas.

������������� Evaluar la manera en que los procesos a gran escala, reconocidos en el patr�n de poblamiento general se relacionan con las estrategias de reproducci�n social dom�stica, dando relevancia a las pr�cticas de las personas y grupos reales que participaron activamente en tal proceso.���

Consideraciones te�rico-metodol�gicas

Marco Te�rico

La investigaci�n ser� abordada desde una perspectiva hist�rica, centrada en las estrategias de reproducci�n social de los grupos dom�sticos que construyeron y habitaron las aldeas del primer milenio del Valle de Taf�.

Se partir� de la premisa de que el registro arqueol�gico es el resultado� material de pr�cticas sociales (y de los procesos de alteraci�n post-depositacional) de individuos (Shennan 1993), entendidos como sujetos hist�ricos activos con objetivos propios, que toman decisiones y act�an de acuerdo a ellas, en un marco de condiciones tanto objetivas como subjetivas que los limitan (y no los determinan) y que son caracter�sticas de un lugar y una �poca, intentando adquirir y mantener un status social deseable (Blanton 1995). Por ello el objeto principal de este estudio ser� la construcci�n de conjuntos espec�ficos de pr�cticas, sus continuidades y cambios.��

Las unidades dom�sticas, entendidas como grupos co-residentes que organizan en com�n la toma de decisiones en aspectos referentes a la producci�n y a la reproducci�n social (Stanish 1989, Oliveira y Salles 1989, Blanton 1994), ser�n consideradas como� unidades conductuales que pueden desentramar y dar sentido a los aspectos sociales de las pr�cticas que dejan sus huellas materiales en el registro arqueol�gico.

La toma de decisiones dentro de una unidad, sin embargo, no debe considerarse como naturalmente arm�nica. Aunque los miembros de un grupo dom�stico son interdependientes, no necesariamente forman una unidad de cooperaci�n en la cual cada uno subordina autom�ticamente sus objetivos a aquellos m�s amplios de todo el grupo.� Ni siquiera las decisiones son tomadas por todos. Los grupos dom�sticos consisten en conjuntos de actores sociales diferenciados por edad, g�nero, y posici�n de poder,� cuyos objetivos e intereses no siempre coinciden (Hendon 1996). Las relaciones entre g�neros y generaciones involucran aspectos materiales, afectivos y simb�licos y pueden generar conflictos y solidaridades que al intervenir en el grado de cohesi�n dan mayor o menor continuidad a familias y unidades dom�sticas. La constituci�n de estos �mbitos y los patrones que rigen su cambio� resultan de la combinaci�n de elementos ideol�gicos, de formas de ejercicio del poder y, en frecuentes ocasiones, del uso de la violencia basada sobre todo en formas de autoridad y divisi�n sexual del trabajo generadas cultural y socialmente (Oliveira y Salles 1989).��

El grado de comportamiento cooperativo que se encuentra en un contexto social espec�fico, resulta as� una cuesti�n de primer orden, para lo cual se pueden considerar dos polos dentro de un continuum de variables (Blanton 1995): la incorporaci�n dom�stica, donde cada participante est� satisfecho con que su status social sea realizado mediante la participaci�n dentro del grupo; y la centralizaci�n dom�stica, donde hay un alto grado de control de algunos individuos basado en diferencias de generaci�n y g�nero, y el resto de los miembros enfrenta pocas opciones distintas a la residencia continuada y la participaci�n en la unidad dom�stica de los progenitores.

Las estrategias de reproducci�n social de las unidades dom�sticas constituyen el conjunto de acciones orientadas por motivos concientes, o no, desplegadas por aqu�llas para garantizar su supervivencia (Chayanov 1974). Este concepto da �nfasis al papel activo de los grupos dom�sticos en la lucha por la obtenci�n de recursos materiales y status necesarios para la supervivencia biol�gica y social.

El estudio de las estrategias de reproducci�n implica la inclusi�n de varios niveles de an�lisis que incluyen la manutenci�n cotidiana, la reposici�n generacional y la constituci�n y reproducci�n de relaciones sociales. Adem�s involucra otros elementos que sobrepasan a los anteriores, en especial, la generaci�n y recreaci�n en lo cotidiano de elementos ideol�gicos, culturales, afectivos y de las relaciones de autoridad entre g�neros y generaciones mediante la regulaci�n del comportamiento cotidiano (Oliveira y Salles 1989). En este aspecto la materialidad residencial cobra primordial importancia ya que la cultura dom�stica, entendida como el comportamiento cotidiano sacralizado materialmente en las viviendas (Blanton 1994,1995), es el principal medio para la generaci�n de esquemas taxon�micos (Hodder y Cessford 2004) que informan a los individuos, desde que nacen y se incorporan a la vida social, acerca de la manera en la que deben actuar, manejarse, moverse en el espacio, obedecer, etc.� (equivalente a lo que Bourdieu [1977] defini� como habitus).

El an�lisis de las estrategias de reproducci�n social dom�stica tiene el potencial de� desarrollar una explicaci�n conductual a largo plazo de los procesos hist�ricos vistos desde los sujetos que los construyeron,� dando cuenta de las relaciones dial�cticas existentes entre las limitaciones de las macro-estructuras y las pr�cticas a micro escala, cuesti�n� que �ltimamente se ha considerado fundamental para la mayor�a de estudios sociales (Robin 2003, Bawden 1993).

Metodolog�a

El marco explicativo propuesto requiere de la comprensi�n de tendencias de larga duraci�n y de cambio de las pr�cticas sociales relacionadas a la conformaci�n y crecimiento de los sitios residenciales, la cual puede proveer de un provechoso acercamiento a la historia social de un lugar y tiempo espec�ficos.

La investigaci�n se interesar� por las pr�cticas sociales, vinculadas a la residencia, registradas en dos escalas espaciales diferentes. En primer lugar se considerar�n los asentamientos residenciales en conjunto, tanto los concentrados como los dispersos. En segundo, se tomar�n los espacios dom�sticos, que se definen arqueol�gicamente como el �conjunto m�nimo de espacios (con sus estructuras, rasgos, �reas de actividad, artefactos y desechos asociados) que forman una unidad discreta y funcionalmente integrada y que da cuenta de las actividades de residencia (descanso, protecci�n de clima, procesamiento y consumo de alimentos) en una localidad durante un per�odo m�s o menos prolongado, aunque no necesariamente permanente� (Nielsen 2001: 42).

El an�lisis de las estrategias de reproducci�n debe contemplar el estudio de las caracter�sticas sociodemogr�ficas de los grupos co-residentes (ciclo de vida, composici�n y tama�o), y la organizaci�n de pr�cticas dom�sticas y su variabilidad en el espacio y en el tiempo.

El an�lisis de las problem�ticas propuestas requerir� la aplicaci�n de dos niveles de an�lisis de la distribuci�n del registro arqueol�gico en el espacio, que se relacionan a dos dimensiones sociales del proceso:

1) El an�lisis de la manera en la cual los procesos generales son construidos desde las pr�cticas diarias de los individuos, aplicar� el estudio de los espacios dom�sticos, que incluir�:�

������� Caracterizaci�n de la variabilidad de espacios dom�sticos, a partir de datos provistos por arquitectura superficial.

������� Excavaci�n de contextos dom�sticos en distintos tipos de asentamientos, analizando organizaci�n de espacios externos e internos, �reas de actividad, pr�cticas cotidianas.

������� Caracterizaci�n de los elementos simb�licos de las viviendas (enterratorios, menhires, presentes en las unidades residenciales [Berberi�n y Nielsen 1988 b]) que forman parte de la ritualizaci�n material de las pr�cticas cotidianas.�

������� Establecimiento de la variabilidad de las pr�cticas dom�sticas en el tiempo.

2) Para analizar el cambio en las tendencias generales de poblamiento, se considerar� la manera en la cual el sistema de asentamientos se modifica en el tiempo. Por esta raz�n, se pondr� �nfasis en examinar medidas como formaci�n, utilizaci�n, y crecimiento relativo de los sitios habitacionales (McAndrews 2005). Estas son medidas inherentemente diacr�nicas, mediante las que se intenta presentar una secuencia arqueol�gica regional de larga duraci�n.

A fin de contar con un inventario general de los sitios residenciales en el �rea definida se llevar� a cabo:

������� El reconocimiento de sitios residenciales a partir de fotograf�as a�reas.

������� La prospecci�n y relevamiento de los mismos sobre sectores espec�ficos del �rea de trabajo seleccionada, complementados por recolecciones superficiales.

������� Sondeos estratigr�ficos en distintos tipos de sitios habitacionales.

������� Fechados de los rangos de ocupaci�n de las aldeas y de las unidades dispersas.

Hip�tesis de Trabajo

Aceptando los dos sistemas de asentamiento planteados por Berberi�n y Nielsen (1988a), se considera que la sucesi�n cronol�gica de los mismos no se condice con la evidencia existente (caracter�sticas de los emplazamientos y fechados). Contrariamente, los dos sistemas ser�an la consecuencia de los procesos de crecimiento de los poblados y de las tensiones generadas por las estrategias de reproducci�n social dom�stica. De esta manera, los poblados m�s grandes ser�an los m�s antiguos, es decir que las aldeas concentradas, en alg�n momento habr�an sido asentamientos discretos y diseminados (con un trazado irregular y no planificado) y al ir creciendo habr�an ido sumando unidades y reformulando ciertos elementos arquitect�nicos y, por ende, tambi�n conductuales y sociales.

En este proceso, y en respuesta a los problemas y conflictos surgidos del nucleamiento y la centralizaci�n dom�stica, se habr�a dado la separaci�n de algunos miembros de los grupos que se habr�an emplazado en sectores diferentes, formando nuevas unidades habitacionales dispersas.

Los poblados concentrados ser�an los m�s antiguos, aunque habr�an mantenido su funcionamiento hasta 800-900 d.C., mientras que los m�s peque�os ser�an los m�s recientes, cuesti�n que se condice con los fechados efectuados hasta ahora.

Los dos sistemas de asentamiento, podr�an haber funcionado al mismo tiempo en el valle, y habr�an sido resultado de las tensiones surgidas de las estrategias de reproducci�n social dom�stica. Estas dos respuestas implican el establecimiento de relaciones sociales diametralmente propuestas, reconocidas por Berberi�n y Nielsen (1988a) en los dos sistemas de asentamiento.

Justificaci�n

Este trabajo aportar�a a la construcci�n de una visi�n hist�rica de los procesos sociales vividos durante el Formativo del �rea de valles y quebradas, los que actualmente son escasos y fragmentarios, o se centran en ciertos espacios que se consideran centros exclusivos de emergencia de las desigualdades sociales reproducidas.

La homogeneidad aparente de la materialidad Taf�, vinculada a la hip�tesis acerca de la antig�edad de esta �cultura� , han relegado, en la visi�n generalizada y en algunos relatos de s�ntesis, a los procesos vividos por los grupos que habitaron este valle a un lugar poco significativo, caracteriz�ndolos como sociedades simples y homog�neas que desaparecieron sin mayor legado que alguna u otra particularidad de la materialidad o de las representaciones simb�licas, que reviven en las manifestaciones materiales de otros grupos. Se intentar� aqu� demostrar la importancia y el impacto que tuvieron las sociedades que habitaron el valle de Taf� en los procesos hist�ricos a nivel regional.

Por otra parte el marco explicativo aplicado intentar� dar cuenta de la agencia activa de los grupos dom�sticos dentro de estructuras limitantes, lo que permitir� obtener una comprensi�n m�s humanizada sobre procesos que en muchos enfoques se reducen a abstracciones econ�micas o ecol�gicas, sobre las relaciones entre los hombres y entre �stos y el medio-ambiente.�������

Posibilidades de realizaci�n

La probabilidad de concreci�n de este proyecto se basa en el apoyo brindado por el Laboratorio� y� C�tedra de Prehistoria y Arqueolog�a (FFyH, UNC) para la realizaci�n de la totalidad de tareas requeridas. En primer lugar se cuenta con un adecuado equipamiento de campo, que incluye elementos de medici�n, excavaci�n, recuperaci�n y conservaci�n de materiales (nivel �ptico, br�jula taquim�trica, herramientas, etc.). En segundo lugar, el Laboratorio cuenta con lupa binocular de 60X, computadoras con software aplicado, fotograf�as a�reas de la totalidad del �rea de estudio, etc.

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[1] Este proyecto fue aprobado por la Facultad de Filosof�a y Humanidades (UNC), para desarrollar el Doctorado en Historia.